“Hardcore, la música que saca la fiera…” versaba una voz ronca en una de esas tres cintas que con obsesión escuchaba mi primo de Santiago cuando nos visitó a nuestra casa en el sur en uno de esos últimos inviernos de los noventas. Nos explicaba del Hip Hop, pero, en nuestro contexto sureño, creo que sólo nos atraían esas llamativas cosas de santiaguino que descubríamos en él, como por qué escribía esos nombres raros con esas letras raras, o por qué hacía esos “pmm-pshh-pmm” con su boca tapada de manos, o por qué se vestía o hablaba así. Hueás del norte, como diría mi buen Tony M. Pero, más que esas primeras aproximaciones que tuve con lo que podía ser o no ser el Hip Hop, de su viaje principal y literalmente entendí tres cosas. La primera es que hardcore es la música que saca la fiera, porque eso me obligó primero a aprender qué significaba ese “jarcor” que se me presentaba como nuevo vocablo en mi infantil vocabulario, y hasta ahora sigue siendo una palabra y una definición que me acompaña cada vez que se hace preciso, como cuando la vida se te vuelve hardcore, por ejemplo. Y no vayan a pensar que me está pasando ahora mismo, pero sí, entonces intentaré aclararme escribiendo mi propia interpretación del ejemplo. Cuando la vida se te tiñe hardcore, siento que en cierta forma mutas junto con los matices del hardcore que agarra el guión de tus días. Tus ideas se vuelven un caos, y llevando nuestra cabeza a una ejemplificación musical, yo no sé realmente quién podría encontrar la paz y la claridad en medio del slam de un concierto de metalcore. No sé si me explico lo suficiente. Ya la realidad por sí sola conlleva un descolocante grado de violencia para quienes hayan tenido la voluntad de vivir sin los ojos vendados y saboreando la amargura de la pastilla roja. Intentar estar un paso delante de esto es aún más agresivo y complejo, pero, al sumarle un genuino episodio hardcore a la vida personal, éste probablemente sea el detonante de toda desestructura. Es ahí cuando nuestro ego nos eclipsa de toda lucidez, nos cegamos en nuestro propio caos, nos volvemos víctimas de nuestras contradicciones, y así es como en dos pasos desmoronamos toda esa fortaleza que edificamos para darle cara a la vida sólo por autodemostrarnos y recordarnos que, primero que todo, somos humanos. Creo que logrando superar esto pueden venir las mejores conclusiones sobre nosotros mismos y de qué estamos construidos, algo así como aquella revelación que hace que la fiera convierta lo hardcore en música. Así al menos es como siempre entendí lo hardcore, muy de la mano a esos primeros coqueteos que me hacía un entonces desconocido mundo llamado Hip Hop, pero que veinte años después siento que me ha pulido de muchas más definiciones y formas de interpretar el mismo concepto. Ahora, por ejemplo, tengo que presentarles un disco de hardcore, pero de hardcore hardcore, no sólo de hardcore. Ah, y de hardcore rap, no de rap hardcore. Sé que ustedes lo entienden, no me lo pongan hardcore.
Por Darío Gutiérrez Ortega (a.k.a. Güissario Patiño).
EL ORIGEN:
El año 2016 estuve en contacto con el productor Lui Terror de Mortuario Producciones. Fue cuando presentó junto a GCP & Ese Rocka el álbum Apología Del Delito, una joyita que creo pocos se dieron el trabajo de atreverse a conocer y digerir. En aquel entonces me adelantó que en un futuro me hablaría sobre el nuevo álbum de un tal Pastor Can. A casi dos años de aquello, aquí estamos.
Su nombre sólo me sonaba por haberlo visto en los créditos de alguna que otra producción relacionada principalmente a nombres del sector poniente de la capital. También recuerdo haber sentido curiosidad al ver su firma en una caratula que destacaba de otras en la vitrina de la legendaria Kultura Hip Hop Shop. Se trataba de EP 2015, su debut solista (ESCUCHAR). Con el tiempo asocié que ese Pastor Can era uno de los vocalistas del pomposo proyecto de rap metal HATELIFE que en el 2015 también estrenó su primer LP, Vida De Odio (ESCUCHAR), una propuesta jugadísima, como pocas se han visto en el territorio. Ya no sé qué será de ellos como banda, pero este antecedente me valió para entender mejor los orígenes de este particular emcee. Sus inicios tienen aquella carga de influencias que se desprendían de géneros como el rap o el metal de fines de los noventas, y que maduró conceptualmente con las referencias de los primeros dosmil. Ahí quedaron registradas en cintas de cromo algunas de sus primeras creaciones compartidas con compañeros de colegio. Poco después, con amigos del barrio, conformó el grupo El Can, su primer proyecto serio, cuya vida productiva se mantuvo entre los años 2000 y 2005. Antes de disolverse alcanzaron a legar un EP homónimo grabado ni más ni menos que en los míticos estudios de C.F.A. Discos (Corporación Fonográfica Autónoma), el sello de los Fiskales Ad-Hok. Mirando hacia atrás podemos decir que hay historia y diversidad de proyectos como para de aquí en adelante entender que Reset, el primer álbum en larga duración de Pastor Can, goza de esa madurez que muchos buscamos en un disco de rap y pocas veces tenemos éxito de encontrar.
PODER Y VOLUNTAD:
Te explicaré por qué estás aquí. Estás aquí porque sabes algo. Aunque lo sabes, no lo puedes explicar, pero lo percibes. Ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero ahí está, como una astilla clavada en tu mente, y te está enloqueciendo ¿Sabes de lo que te estoy hablando?
Aun así, reconozco que –en lo personal— ponerme en los audífonos un álbum categorizado como hardcore genuino no se me hace fácil de digerir a la primera, porque no es el sonido o el mood que normalmente me acompaña. De hecho, el propio autor me lo advierte como un trabajo sobrecargado de un estilo no convencional y que se sale de los estándares de lo habitual en lo que respecta al rap, pero agradezco no ser de los que se quedan en los prejuicios o en la comodidad de la zona de confort. Reset de Pastor Can tiene miga de sobra para engancharnos en su agitado y vertiginoso ritmo. Y es una locomotora que conforme avanza por sus 15 tracks nos va atrapando en un viaje cada vez más coherente e incluso amigable. En esto, Mortuario juega un rol clave, pues sabe cómo hacer sonar bien aquello que por naturaleza debe sonarnos bruto y disonante, el hardcore crudo que practica Pastor Can, que no es ni por tendencia ni por etiqueta, sino porque así es cómo le sale de las pelotas, encontrándose su definición no sólo en la línea de sonido que orquesta su obra, sino que en las temáticas mismas que busca plantear o revelar.
Son líricas que invitan a un despertar de la humanidad, apuntando principalmente a la crítica social, abordando problemáticas actuales de carácter mundial y el gran engaño que hemos sido sometidos a través de la historia, como el ser humano ha sido creado y manipulado mediante una mentalidad de rebaño bajo el mandato de unos pocos que controlan las instituciones políticas, religiosas, medios de comunicación, quienes se encargan de mantener a la sociedad adormecida, distraída y alejada de su verdadero potencial.
Las narraciones de Pastor Can no vienen a disfrazar o maquillar ninguna realidad, son directas, mas no pesimistas, simplemente directas. Se vale de atractivos recursos para contextualizar su discurso, muchos de ellos extraídos de la cultura del cine o la animación, distinguiéndose referencias de Matrix, Fight Club e incluso Dragon Ball Super (aguante). Da evidencias que el estado mental que acompañó este proceso creativo nace desde lo negro y poco a poco consigue la luz, conquistando conclusiones más limpias desde las perspectivas que le permiten el exceso de información que maneja y vomita sin filtros para necesariamente reiniciarse antes de volver a seguir. Desde el arte de sobrevivir en lo que apunta como una necrópolis, hasta saber encontrar la paz en el infierno, trascendiendo con poder y voluntad, es el mensaje que nos deja en este paseo por lo más oscuro de nuestra sociedad y propias cárceles mentales, donde la invitación no se enfoca en más que mantenernos despiertos y vivir con el legítimo derecho del cuestionamiento. Reset fue mezclado y masterizado por Mortuario Producciones. La producción de instrumentales corre por nombres como los de Terror, Serious y Dask, mientras que en las colaboraciones desfilan distintos exponentes de las escenas de hardcore y rap nacional, entre ellos GCP, Apogeo, Oxidum, Hostil Ronin, Sicktonez, Nico Cabrera, Dj Raizo y Dj Mareas. En definitiva, una buena placa con la que el autor puede defender sus años de experiencias y crecimientos personales deambulando por un mismo circuito. Y sí, hardcore en su esencia, de ese hardcore cuya música es la que saca la fiera, del mismo modo que lo entendí cuando entendí también que los pájaros no pueden vivir en el agua porque no son peces o por qué el Hip Hop se escribe con Ñ. Música que también enseña.