A decir verdad, me ha costado encontrar la mejor manera de iniciar esta entrada. La idea la tuve clara desde el principio, pero, conforme esto avanzaba, me iba dando cuenta que el tema en cuestión siempre iba a dar para algo más. Ahí es cuando te vuelves a cruzar con el debate inicial: ¿Qué tan madura se encuentra nuestra cultura –término genérico que nos fascina emplear, me incluyo— para debatir realidades que claramente se ignoran o silencian por la incomodidad que éstas puedan generar? Pero no hagamos más grande nuestro ego, ya que éste no es un carácter atribuible a la escena propiamente tal, sino que es un principio de país.
Ante todo, quisiera partir aclarando que con esto no pretendo situar mi palabra como ejemplo o una verdad absoluta. Es sólo abrir el telón de una discusión que abordarla me parece tan interesante como necesaria. Eso sí, reconozco que se está generando un vacío en el ejercicio o vocación de muchos de los profesionales que hay entre nosotros. Por ejemplo, en una conversación que sostuve con Don Cupón –y que espero pronto compartírselas (tiempo, dame tiempo) — coincidíamos en esa urgencia por comunicar que tiene todo rapero, siendo el periodismo, de hecho, una de las carreras universitarias más recurrentes entre estudiantes de vestir ancho. “Deja el rap para los rappers y contribuye dándonos al Hip Hop profesionales” dice una rima de El Chojín.
Considerando aquella visión crítica, supuestamente intrínseca, del rapero, uno no deja de pensar en cómo dicha perspectiva podría influir positivamente en nuestra sociedad y no sólo de manera interna, es decir, externalizar la lucha por otros medios. A lo que voy es que me gustaría ver más instanciasde denuncia, diálogo o reflexión promovidas por nosotros mismos, en lugar de la entrevista superflua al rapero de turno o la reseña de tal disco y tal concierto. Orwell nos lo dejó bien claro: Si no nos vamos a mojar el potito, mejor dediquémonos a las relaciones públicas. Lo mío no viene a revolucionar nada, pero entendiendo el actual estado de las cosas, sé que es una publicación que pueda parecer algo diferente (aunque, insisto, no debiera). Te agradezco desde ya si estás leyendo esta entrada que he desarrollado de un tiempo hasta ahora, y que sobre su marcha incorporó la participación de interesantes y simpáticos compañeros de opinión, por ejemplo, volver a contar con la genialidad de Víctor Miced, con quien hace dos años publicamos ESPECIAL PSU 2013: Qué carreras estudian los raperos y por qué), para graficar algunas ideas y también los testimonios que te invito a conocer.
Por Darío Gutiérrez O. (a.k.a Güissario Patiño).
Fotografías por América Riquelme | SITIO WEB
Ilustraciones por Miced Prod | SITIO WEB
Participan: Moisés Sánchez (@demenmoresmoke) | Bárbara Leiva (@Barbara_LCruces).
Fotografías por América Riquelme | SITIO WEB
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Participan: Moisés Sánchez (@demenmoresmoke) | Bárbara Leiva (@Barbara_LCruces).
A Moisés Sánchez lo conocí en el último trabajo, digámosle formal, al que ingresé. El tipo funciona en un plan similar al de uno: saludar, ponerse los audífonos, trabajar, un chiste buena onda entre medio, quizás una opinión, terminar la jornada, despedirse y para la casa. Es decir, sin forzar relaciones interpersonales más allá de lo que sugiere un llano entendimiento de lo civil y lo laboral. Ya con el tiempo empezamos a entablar conversaciones más extensas de ratos libres, coincidiendo en preferencias de películas o series, pero sobre todo de música, específicamente de algunos clásicos del rap español. Moisés no va por la vida de rapero, pero es un sabedor de Hip Hop. Si tienes la suerte de que se dé esa conversación, el tipo te compartirá juicios y análisis muy reflexivos sobre el movimiento. Su entusiasmo al hablar denota por sí mismo que la pasión está todavía intacta. La barba entrecana y patas de gallo de sus casi 31 años no disimulan el brillo de su espíritu adolescente como el de aquellos días en las calles de Cartagena, pueblo donde se formó entre tocatas, cintas de rap, humo de marihuana, iniciativas culturales por abrir nuevos espacios, rencillas con otras crews y una que otra grabación ocasional en algún estudio. Una historia como la de muchos.
«En el litoral nos conocíamos entre todos los raperos de las distintas comunas. Teníamos que invitarnos a las tocatas cuando alguien tenía una, porque en total no éramos tantos grupos, pero a nivel local, en Cartagena, era menos familiar el ambiente. El ego entre raperos siempre ha estado. Estaba el típico piño vieja escuela que tenían la verdad de todo y les molestaba que otro grupo empezara a sobresalir más (risas). Además, el rapero cuando es público de una tocata siempre está serio. A veces tocábamos nosotros y se acercaba un pequeño grupo de gente que nos seguía porque nos había visto otras veces y les gustaban las canciones, pero todo el resto del público estaba atrás con esa cara seria, no sé, pendientes de cómo era tu presentación, si te equivocabas, si tenías la misma pista que ellos o si les tirabas mierda; porque eso pasaba, los grupos ocupaban las tocatas para enviarse mensajitos, después aparecían los otros con su respuesta y se armaban las peleas (risas). Creo que al final era muy poca gente la que disfrutaba realmente yendo a una tocata, todos los demás fruncían el ceño. Nosotros al menos íbamos y lo pasábamos bien. Evitábamos hacer caso cuando nos buscaban la mala onda. Si había un malentendido, tratábamos de conversarlo y solucionarlo, pero cuando llegaba el rapero con bandana y bototos amarillos dándote jugo, sabías que con palabras no ibas a arreglar nada (risas). Uno era más de camisa y pantalón de tela, pero si había que pelear, se peleaba».
Moisés creció a la par que su compromiso con el Hip Hop local. Ésa era la misión cuando atrás iba quedando el pensamiento y actitud que estigmatizó al rapero en la década de los noventa. Todos entendemos lo dificultoso que es enderezar una escena cuando ésta no existe y no se vive en una gran ciudad: «Tuve la suerte de tener un amigo de Santiago que me pasaba cassettes. Él me prestaba las novedades. Imagínate, yo llegué con Comunicología de Dave Bee a Cartagena (risas). Yo les mostré las flores (risas)». Con sus amigos tuvo una crew llamada RV Corp (el significado de las siglas es el típico nombre compuesto con un adjetivo insuperabilísimo). Ellos protagonizaron varios hitos del desarrollo del Hip Hop local, organizando tocatas y encuentros, parándose en diferentes escenarios, abriendo y persiguiendo oportunidades para situar a Cartagena en el mapa. Desde ahí salen anécdotas sabrosas que éste me ha compartido.
Yo sabía que Moisés es gay. No recuerdo que me lo haya dicho él precisamente, lo que no significa que lo ocultara o anduviera por ahí de encubierto, simplemente no era ésa su carta de presentación. En realidad se comporta con naturalidad. No cae en caricaturizaciones ni sobreactúa un rol. Su forma de ser supongo que es la que siempre ha tenido, es decir, bien machito para sus mariconadas. Ir a su departamento es sinónimo de enrollar y prender finas cepas que siempre maneja, escuchar discos, tener conversaciones que casi siempre dejan buenas conclusiones y jugar algunos rounds de Marvel VS Capcom en el play. El hijo de su madre siempre me termina ganando. Conociéndolo, no podía guardarme por mucho tiempo el morbo que me causaba esta dualidad existente entre el contertulio de rap y esta suerte de ser “the only gay in the village”, como el incomprendido Daffyd Thomas, así que, teniendo la oportunidad, por supuesto que le pregunté. Con seriedad me confesó: «Al Hip Hop le tengo demasiado respeto, viejo. Es una cultura machista y no la juzgo por eso, al contrario, por el respeto que le tengo es que decidí hacerme a un lado cuando me asumí gay». Esas palabras me quedaron muy grabadas, casi de forma textual. Entendí su argumento y me pareció válido, honesto, de hecho lo consideré bastante rapero en su forma; pero cuando le di algunas vueltas más no podía convencerme de que esa propiedad machista fuera tan categórica para un movimiento al que nos referimos como cultura.
Si les soy sincero, no me atrevería a referirme del Hip Hop como un universo machista, pero no puedo decir lo mismo de la música rap. Es paradójico que donde más he escuchado el término “machismo” dentro del Hip Hop es en los rapeos de mujeres emcees, quienes gran parte de las veces, por alguna razón que nunca me he podido explicar, etiquetan su rol dentro del género musical como “rap femenino”. ¿Cuál es el rap masculino entonces? ¿A qué viene la necesidad de hacer una diferenciación sexista para denunciar sexismo? Hasta donde entiendo el rap es sólo rap, sin apellidos ni etiquetas, sea cual sea la causa que mueva a éste. Y bueno, por otro lado, quizás en líricas y contenido, el rap que se hace desde el lado sur del mundo jamás estará mostrando culos y tetas en MTV, pero eso no le resta machismo a su carácter. Rapear representa una actitud, la cual se tiene o no se tiene. De hecho, el mismo Moisés me comentó en alguna conversación que las mujeres que mejor rapean lo hacen de una forma más bruta o masculina. Cuando Frank Ocean en el año 2012 declaró públicamente su homosexualidad, Snoop Dogg manifestó que para él Frank Ocean no podía ser un rapero, pero sí un cantante: «Es aceptable ser gay en el mundo del canto, pero no sé si será aceptable alguna vez en el mundo del rap, porque el rap es algo muy masculino. Es como un equipo de fútbol. No puedes estar en un camarín lleno de tipos rudos y de repente decir “Oye, me gustas”. ¿Sabes? Va a ser difícil». Les confieso que algo de verdad encuentro en los últimos dos ejemplos. No se trata de pensar que una mujer no pueda hacer rap si no es de una forma agresiva, o que un gay no pueda hacer rap por el sólo hecho de ser gay. No va por ahí, pero reconozcamos que musicalmente es un género que se asocia a una actitud más tosca.
Esa actitud va estrechamente relacionada con el egotrip del rapper, que es donde creo que salen a flote todas sus inseguridades. “Que no es lo mismo decir yo soy el mejor que demostrar en la tarima que tú eres el mejor” dijo un sabio joven negro rapero, pero a falta de ese auto convencimiento, buena opción son las descalificaciones verbales hacia el otro. Conjeturar sobre las preferencias sexuales de quien ves como un rival, a modo de insulto, es sin dudas el recurso más básico en el que puede caer un rapero que necesite reafirmar su confianza, pero más básico o tonto es caer en ese juego respondiéndolo. Es una mala práctica con la que nos encontramos de un modo más directo en el fenómeno que hoy se han convertido las batallas de freestyle, donde el objetivo se ha volcado en humillar a tu oponente sea cual sea la forma, todo con tal de coronarte como el campeón de alguna liga o evento, porque al menos antes el respeto te lo ganabas en la calle, donde no existen trofeos ni medallas. La naturaleza espontanea y picaresca de su formato así lo ha asimilado, donde, si en la inmediatez no se da con aquella rima que le dé credibilidad a tus habilidades como improvisador, un chiste en doble sentido siempre será un apoyo que provoque simpatía y aprobación en la audiencia.
No obstante, también existe una peligrosa dosis de discriminación sexual en las canciones. Con peligroso me refiero al hecho de que no reparamos en ellas, asumiéndose esta violencia verbal como algo normal, por lo tanto, con esa normalidad es cómo también se van educando las generaciones más nuevas. Palabras como maricón, hueco o fleto, entre un sinnúmero de variables, van siempre interpretadas con una connotación negativa, descalificadora y burlesca. Puedes estar pronunciado el discurso más socialmente consciente, inspirado tal vez en derechos humanos, derechos indígenas o incluso en el feminismo; lo que sea, pero si para ese discurso “el paco maricón tiene la luma en el poto” o “los del políticos de derecha deben chuparte el pico”, por más sentido que nos pueda hacer la frase, me temo que el discurso queda sólo en palabras populistas que se acomodan nada más en lo que nos conviene decir. Podría incluso anexarse en este artículo un listado de canciones o vídeos donde nos encontremos con este tipo de ofensivas en las líricas de los emcees, ejemplos que sin mayor esfuerzo aparecerían haciendo diggin’ por Youtube, pero siento que no es ése el sentido de estas líneas.
Y me lo vuelvo a preguntar: ¿qué tan madura se encuentra nuestra cultura para hablar de homosexualidad dentro del Hip Hop? Una idea loca que a muchos se les habrá pasado por la cabeza alguna vez. En Norteamérica ya son años desde que el rap desafió la idea de su masculinidad. Raperos de corte más emo al estilo de Drake o Kanye West eran impensables en los noventa, incluso, en el último par de años se ha instaurado y fortalecido desde Nueva York la llamada escena queer rap (rap marica), en la que figuran algunos nombres como los de Mykki Blanco, Zebra Katz, Young Fly Red o Le1f, pero volviendo a nuestra realidad, sin definirme purista, confieso que nunca me ha simpatizado ese toque rosa que viste el rap de hoy. Sí, mi pensamiento puede parecerle bastante retrogrado a algunos en ese aspecto, lo tengo clarísimo. He visto cómo en Chile aquel concepto estético que busca adaptar la corriente del mainstream mundial ha ido ganando terreno. Si digo que a mí no me gusta es por una razón bien simple: no escucho rap que no me diga nada. También difiero cuando justifican con lo de “evolución” la definición de un sonido plástico, vacío (por no decir hueco) y comercial. Si vamos a hablar de evolución, soy uno de los más interesados en la discusión, porque, a diferencia de algunos, entiendo que cada etapa tiene su esencia, más en algo que vive de la reinvención como lo es el Hip Hop. No se nos puede ir la vida siendo un eterno melancólico de los noventa si la realidad de vida es muy diferente de lo que ya fue veinte años atrás, pero, insisto, si vamos a hablar de evolución, hablemos de lo que el productor Adrian Younge propone con el ícono Ghostface Killah, por ejemplo, de quien me atrevo a decir que es el único integrante del clan Wu-Tang que ha sabido hacerse una trayectoria que disfruta la miel del presente sin depender del pasado. Hablemos del nuevo disco del músico Franz Mesko y su forma de extender los límites del rap con una oferta sólida y nutrida, que, siendo jazzista de tomo y lomo, no tropieza en el cliché de musicalizar con “jazzy” los rapeos de algún emcee pretencioso que bautiza a sus acompañantes como “+ Banda” para demostrar que está trabajando en otro nivel. Hablemos de muchos ejemplos más, pero no hablemos de que el pop es la evolución del rap, porque eso nunca me lo creí. Al menos no en Chile. De hecho, no tengo prejuicio ni intolerancia a las corrientes más frescas, como el trap, pero cuando éste de verdad tiene algo qué decir y se sale de la basura comercial y aspiracional que pretenden demostrar algunos de sus exponentes locales.
¿Pero cómo sería en Chile la inserción de un disco publicado por un rapero de orientación sexual distinta? Partiendo por el hecho de que probablemente lo etiquetarían como “el rapero gay que lanza su disco”, es de esperarse también que exista un rechazo moralmente no declarado. Sí, somos cínicos. Me lo pregunto a mí mismo. Pienso que no me importaría. Pienso que afortunadamente el sensacionalismo nuestro es menor como para que se dé una escena marica (o queer) como la estadounidense, que divide y desconecta generando sub-mundos dentro de un mismo movimiento. Pienso que una persona que logra resolver aspectos importantes de su vida tiene mucho más qué aportar de quien vive lleno de complejos, que son los que sobran. Y finalmente pienso que sobre un rapero gay razonaría del mismo modo que con cualquier otro rapero, porque en definitiva eso es lo que sería, otro rapero más. Si hay mensaje, si hay flow, si hay habilidad y si hay una propuesta por detrás (mal pensados), qué me va a importar a mí lo que haga con su vida personal. Eso, amigos míos, creo que dice más que cualquier etiqueta que quisiéramos añadirle al rap, sea rap consciente, rap femenino, rap político, rap social, rap experimental, rap mapuche o rap marica, como orgullosamente se bautizaron los gringos.
En otras ocasiones me has contado de tu vida como rapero en los tiempos que vivías en Cartagena. Tenías una vida, llamémosle, normal: vagando, gestionando la cultura local, afirmando una escuela, y en el rap propiamente tal, escupiendo tu irreverencia como sólo la adolescencia lo permite. Lo de asumir tu preferencia sexual supongo debió ser un proceso de tiempo. Nadie se despierta de la noche a la mañana sintiéndose gay y en adelante comenzar a vivir la vida loca. Teniendo esta historia de rapero detrás, no deja de ser particular tu caso debido a lo poco usual dentro de la cultura Hip Hop de Chile. Cuéntame la forma en que se dio este cuestionamiento. ¿Con qué trabas te encontraste y cómo te enfrentaste a este redescubrimiento de ti?
Así es mi querido amigo. Nada ocurre porque se te ocurre, todo es consecuencia de algo o alguien. Me desempeñé como un rapero cualquiera en una etapa difícil, en la que no existía eso de la denuncia por discriminación o no era un delito decir la palabra mongólico. Eran otros tiempos. Eran tiempos de aprender de batallar y de sacarme la chucha por el rap, no había tiempo para ser gay, y el que era gay simplemente no era rapero. Mis letras y mis compipas de antaño lo decíamos a viva voz: todo aquel que fuera gay había que eliminarlo, desterrarlo, marginarlo.
Por razones obvias, tú entenderás, yo nunca fui de los que hablaron o dijeron algo. Yo quería demostrar que podía hacer las mismas cosas que cualquier heterosexual y no ser un estereotipo rosado. Aunque jamás lo sería. Nunca me ha venido bien el ser femenino o cola. Conozco cada disco y rincón gay de Santiago, a los 23 años sólo quería soltarme las trenzas, pero no me gustó. La verdad es que concurro a muy pocos lugares gay. La mayoría de mis amigos y amigas son heterosexuales. Los que no lo son es porque les gustan las personas, como que aman un todo (risas). Son locos.
Cuando decidí salir del closet, salí con todo. Le conté a mi familia, pero aún más que mi familia consanguínea, era mi familia callejera la que de verdad me tenía preocupado. Ésta fue la que me enseñó y me forjó a palos el puto ser que soy hoy en día. Mis más sinceros respetos. De ellos, el 99,9% de los humanos que me conocen me apoyaron, el resto nunca más me pescó. Yo abandoné mis hábitos raperos y me puse los de un ser normal. Siempre entregué esfuerzo y cariño por lo que se hizo en la costa y me enorgullece el haber sido participe de ello. Durante unos doce años entregué los huesos por el rap en Cartagena, empezando a grabar en rústicas radios con el botón de rec sobre alguna base o interludio de Rezonancia o 7 Notas 7 Colores. Cuando descubrimos el sampleo creímos ser dioses, y, como todos, terminamos en un estudio de grabación. Cada vez confiábamos más en que esto podía ser realidad y sería nuestra vida: vida rap. Me llegó la adultez y me fui a la conchesumadre. Ya no podía guardarme esto, tenía que decirlo y lo hice. Abandoné el rap, aunque siempre mantuve mi mp3 con pistas, pero me marginé de toda escena litoralense. Me pregunté qué iba a hacer de aquí en adelante. Me dediqué a trabajar, a conocer el mundo gay, a saber si me gustaba o no… y me di cuenta que no me gustó. Entendí que para ser gay no necesariamente tengo que andar de rosado, con talla S y caminar con un qué sé yo. ¡Nada qué ver! Estaba errado y me topé con profes, ingenieros, abogados, filósofos y artistas que eran gay y no tenían la mínima pinta de serlo. Me cayó la teja y crecí intelectualmente, maduré de una forma en la que me acepté, y hoy, a mis 30 años, me encuentro con una escena en la que, si bien aún hay un machismo arraigado, hay nuevas corrientes en la música que pueden albergar cualquier nueva propuesta.
Según tú, cuáles serían los principales fantasmas con los que se entrampa el rapero en temas relacionados a la diversidad, y específicamente en la diversidad sexual. Hablamos recién de un machismo arraigado. Por otra parte, asumirte gay implicó para ti un distanciamiento drástico del rap. Nadie te echó, pero optaste por tomar esa distancia. Se ve que dentro del Hip Hop hay mucho discurso, pero poca convicción o hechos que respalden. Muchas veces nos referimos al Hip Hop como una cultura comunitaria, incluyente, siendo que su base y fundamento nace de las minorías, pero ahora, si tuviéramos que hacer un antes y un después desde que te asumiste, cuando aún eras un pendejo, hasta ahora, que ya entraste a una etapa mucho más madura, ¿qué es lo que ves en el Hip Hop?
Quién sabe. Yo creo que tales fantasmas existen de la boca para afuera. Uno podría decir que a lo mejor es miedo de que sus propios hijos salgan gay o que esto sea como la peste, que la cultura se demacre y las tierras se separen, no sé (risas). Yo creo que son huevadas. El machismo como el poder absoluto, creyendo que eso te hace más viril o te pone por sobre el otro, tomando actitudes narcisistas, mierdas del siglo XX que salen desde el odio y la poca tolerancia. Asumo que fui calco de esa descripción. Asumo que lo que se rapeó, se encaró y se gritó en duelos de freestyle, fue sólo explotar rabia contenida y querer despertar, sabiendo que todo iba en mí, pero aún así creo que el fantasma que más atemoriza siempre es que les salga un chico fino, pero varón (risas).
Ahora, en cuanto al distanciamiento de la vida rap que llevaba, creo que lo hice por respeto, por no querer luchar y por miedo. No sabía cómo se lo tomaría la gente. Eso me hizo esconderme y volverme un NN. Jamás dejé de escuchar rap, pero sí escuché otras músicas e hice otras cosas. Ya no salía a taquiar, ni mis manos estaban con pintura, ni andaba haciendo beat box todo el día, ni rapeaba mentalmente. Me anulé, como una especie de castigo, supongo, pero siempre escuché rap y nunca lo he dejado de hacer. Hoy el señor rap se volvió un titán, no como la gran comunidad con la que soñaban los grandes colectivos y agrupaciones, pero sí está grande y amplio. Fueron sólo siete años de no involucrarme y puedo decir que ha pasado bastante agua bajo el puente. El pequeño rapero que soñaba con tener su estudio ya es productor, el pequeño graffitero ya es diseñador gráfico. El rapero está mucho más tolerante, se volvió pro diversidad, reconoce que ya pisamos otro mundo y lo mínimo que podemos hacer con esta máquina es tratarla con respeto. Aunque siempre existirán esos seres que te mirarán como la mierda, dirán que no debo existir y se cabrearán con verme, pero lo único que puedo decir ante eso es: chúpenlo rico. Hoy ya no siento ese miedo culeao, ya estoy viejo y disfruto nuevamente de esto. Sólo que tengo algo nuevo para contar.
Ya en el 2015 dices que vuelves a disfrutarlo nuevamente. ¿De qué forma? ¿En qué estás? ¿Cuál es el desafío y la propuesta que te identificará como rapero o simpatizante de esta cultura a tus casi 31 años?
Me estoy empapando nuevamente de la cultura, poniéndome al día con los nuevos cabros. Me inquieta el proceso evolutivo que ha tenido. Todos están más dispuestos, con un oído más crítico y con mucho ojo al abanico de posibilidades que se abre con la explosión artística que está viviendo Chile después de los años con el tata (Pinochet) y el miedo a lo diferente. Aunque creo que aún falta, pero se nota que la gente está más dispuesta a ver un poco más allá, y, como Munra, está renaciendo y dejando el cuerpo decadente que nos arropó algún día. Es lo que disfruto de la evolución. ¿En qué estoy? Trabajando y juntando lucas para un par de proyectos. Uno corresponde a una intervención urbana que tengo pospuesta hace caleta, pero de flojo no más no la saco a la calle. También estoy escribiendo de nuevo. Me he puesto en contacto con mi compadrito Hapock (Gustavo Díaz) para ver si sale algo fresco. Los desafíos son seguir trabajando y aprendiendo de lo que me gusta, las artes y “las plantas”, aprender de esto y de aquello. Y volver al pasado a rescatar un tanto más de enseñanza para seguir trabajando.
Mientras ordenaba las ideas de esta entrada y buscaba la forma en que pudiera complementar esta entrevista pensada en un principio sólo a Moisés Sánchez, di con algunos tuiteos de una muchacha a la que sigo desde hace un tiempo tras haber conocido su música. Ella es Bárbara Leiva, pero se conoce en el ambiente como Barbaroto. Bárbara es de Magallanes, y, a diferencia de Moisés, todavía es una muchachita que ni siquiera ha cumplido 20 años. Desde la primera vez que la escuché me pareció que es de las pocas emcees verdaderamente buenas que hay en Chile.
Quizás porque lo que hace no lo llama “rap femenino”. Tiene estilo propio, le sobra actitud, ingenia nuevas formas, pero principalmente es una persona bien despierta. Eso se lee y escucha si interactúas con ella o su música. Y como iba diciendo, leí algunos tuits de Bárbara, ya que por lo general son muy cómicos y contingentes, pero me motivaron unos que daban señales de mantener una relación homosexual, así que me animé y le pregunté si es que era una rapera lesbiana. Así, tal cual. Pensé que si lograba compartirme algunas impresiones, esto podría tomar otro aire. Por lo demás, Bárbara representa a esa generación renovada de la que Moisés se refiere en esa mini entrevista, por lo tanto sería una fuente fiable que valide su teoría. Entiendo que si somos cultura, es porque somos herencia, por lo tanto debe existir una continuidad del aprendizaje… y eso había que confirmarlo. «Sí, al parecer soy homosexual y hago rap» – me confesó entre risas.
Quizás porque lo que hace no lo llama “rap femenino”. Tiene estilo propio, le sobra actitud, ingenia nuevas formas, pero principalmente es una persona bien despierta. Eso se lee y escucha si interactúas con ella o su música. Y como iba diciendo, leí algunos tuits de Bárbara, ya que por lo general son muy cómicos y contingentes, pero me motivaron unos que daban señales de mantener una relación homosexual, así que me animé y le pregunté si es que era una rapera lesbiana. Así, tal cual. Pensé que si lograba compartirme algunas impresiones, esto podría tomar otro aire. Por lo demás, Bárbara representa a esa generación renovada de la que Moisés se refiere en esa mini entrevista, por lo tanto sería una fuente fiable que valide su teoría. Entiendo que si somos cultura, es porque somos herencia, por lo tanto debe existir una continuidad del aprendizaje… y eso había que confirmarlo. «Sí, al parecer soy homosexual y hago rap» – me confesó entre risas.
Cuando Moisés se admitió homosexual, él, literalmente, se amariconó y de algún modo se autoexilió del Hip Hop. En aquel entonces su decisión se argumentó en el respeto que siente hacia la cultura, la que si bien reconoce machista, no lo hace en tono de crítica, pues él asume haber sido parte de esa faceta misógina cuando hacía rap. Entiendo que lo suyo pudo haber sido gatillado en consecuencia a ideas que mantuvo mientras amparaba ese amor puro que uno le tiene a este mundo cuando se es adolescente. Lo tuyo es diferente. Aceptar una opción sexual no hizo replantearte tu forma de entenderte con el Hip Hop, pero tampoco es tu manera de presentarte, es decir, tu arte no habla sobre el hecho de ser rapera y lesbiana.
Mira, para mí el tema de la homosexualidad dentro del Hip Hop, o por lo menos dentro de la rama que yo escogí, que es el rap, siempre la he tratado de mantener al margen, no de esconderla, pero simplemente no involucrar mi sexualidad dentro de mi música. Realmente soy bastante cautelosa cada vez que escribo, y bueno, hasta ahora no he conocido a ningún rapero, por lo menos aquí en mi zona, que haya comentado algo sobre mí al respecto. Si bien por el hecho de ser una de las pocas mujeres que hacen rap en Magallanes, eso llama bastante la atención en los hombres, hasta que les digo: “Hermano, soy lesbiana”, y desde ese momento me comienzan a tratar como uno más del grupo y se les olvida que soy mujer (risas). Mi visión sobre el Hip Hop no es una sola cosa en sí, ya sea machista o lo que sea. El Hip Hop es todo. Se puede expresar de mil maneras, se pueden sentir mil cosas, cada ser es distinto y piensa diferente, y lo que nos mantiene en constante acuerdo son las cosas vividas: los miedos, los fracasos, las alegrías. Todo lo que nos brinda el Hip Hop, da igual el tipo de creencias, sexualidad, etc.
Estando de acuerdo en esa condición multicultural que ofrece el Hip Hop, con su abanico de opciones para vivirlo o entenderlo, no deja de ser humo todas estas bonitas palabras con las que nos podemos referir hacia él, ya que en la práctica seguimos siendo una sociedad conservadora, por ende discriminadora frente a este tipo de situaciones. Estando tú desde el lado de la minoría sexual, cómo ves la tolerancia que se profesa en los que conforman la escena, es decir, nosotros mismos. ¿Predicamos y no practicamos?
El tiempo haciendo esto me enseñó que el Hip Hop no discrimina y que el respeto es lo más importante. Quizás por ser mujer a mí no me ha tocado tan fuerte, porque imagino a un rapero gay y la verdad es que sí daría mucho qué hablar. Quizás al rapero le falta un poco más de comprensión. La música que practicamos nos enseña a ser tolerantes, abiertos de mente y a no discriminar. Es bastante arcaico que discriminen a alguien por su sexualidad, siendo que estamos en supuestos tiempos modernos, y más aún con todo lo que aprendemos gracias a la rama. Un gay haciendo graffiti en comparación a un gay haciendo rap realmente no tienen diferencias. Son dos personas que optaron por un camino distinto al de una persona heterosexual, se apasionan por algo y lo hacen, pero como el rapero es medio huevoncito, siempre pensará que el maricón no puede rapear, aunque a veces los maricones somos los que tenemos mejores historias por contar, mejores cosas que decir, mucha más consciencia y quizás hasta mucho más dolor; lo que hace que un homosexual sea igual o mejor que un heterosexual rapeando, cantando, pintando o lo que sea.
Tanto las palabras de Bárbara como las de Moisés no nos dejan indiferentes. Les confío que me divertí mucho maquinando esta nota. Como insinué en la introducción, no es el gran golpe periodístico ni mucho menos, pero ya por el hecho de haberme enfrentado a una situación que dejaba de ser hipotética para obligarme a tener una postura al respecto, hizo que para mí tome otro significado. Es muy posible que a eso se deba que hoy considere este artículo entre unos de mis favoritos. Guardo un respeto muy honesto por las historias compartidas. Puede que discrepe en algunas ideas, porque de eso se trata el intercambio de pensamientos, así como los que leyeron la publicación podrán tener los suyos; pero todo lo que pueda agregar es nada en comparación a esta sensación de sentir respeto que estoy experimentando, de ser conscientes del respeto, de tener respeto por lo que significa la palabra respeto, que la gran mayoría de las veces para todos nosotros es sólo eso, una palabra de la que abusamos, pero poco aplicamos. Acordamos con Miced desarrollar el artículo con el menor amarillismo y obviedad posible, porque es un hecho que existan seres humanos con preferencias sexuales diferentes, así que el tema a tratar no era ése, sino el problema de cómo lo ve la sociedad, en este caso, cómo lo vemos nosotros como raperos. Con satisfacción concluyo que me da gusto ver cómo se van rompiendo estructuras, conductas y prejuicios propios de un régimen totalitario como el que silenció y ensangrentó a nuestro país por casi dos décadas, cuya cuadratura no debiésemos encontrar en un movimiento inspirado en la comunidad y la sabiduría. Hay una frase que irónicamente lo expresa: “Muerte a los nazis de esta cultura libre”. Creo que eso lo resume todo.
Actualmente Bárbara y Moisés son pareja y viven su vida como pastores evangélicos promulgando la palabra de Dios y recolectando firmas para defender las políticas anti-aborto. Para cerrar, no encuentro nada mejor que compartirles esta buena canción perteneciente al disco Ningún Otro Nombre que publicó este año el rapero y cantante Nacor Ereos. Con certeza, uno de los mejores trabajos que se editaron en Chile durante el primer semestre, del cual me alegra que sea ésta la ocasión para aprovechar de recomendárselos (DESCARGA AQUÍ). Por su atención y tiempo, muchas gracias.
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