La primera vez que escuché a Segundo Aliento fue cuando debutaron con su álbum homónimo en el otoño del 2019. Recuerdo ir en la micro de vuelta a casa y recomendarlo en mis redes sociales con la emoción intacta de la primera escucha, diciendo, entre otras cosas, que tenía esa capacidad de sacarte lágrimas si conectabas bien. Al menos eso me paso a mí.
Si bordeas los 30, la vida te ha puesto pruebas que ya entendiste y aún intentas superar, redefiniste tus convicciones,…
Publicado por Laceldadebob CL en Viernes, 24 de mayo de 2019
Entre las tres voces que firmaban la obra, cada cual con su respectivo tango, me identifiqué mucho con el proceso que acompañó a Adyman Rodríguez en la etapa creativa. Creo que ahí encontré mi lugar o hallé la música que hablaba lo que también me pasaba a mí en mis 30. Me pareció interesante de su parte rimar sincero de lo que solemos guardarnos por estructura o construcción social. En Segundo Aliento, Adyman buscaba desahogar y entender distintos episodios del viaje personal, entiéndase mental, espiritual o emocional, que para cualquier persona puede significar el quiebre de algún proyecto familiar en una sociedad emocionalmente inmadura como la nuestra; y sus infiernos iban desde el dolor por desapegar su presencia de la cotidianidad de su hija, hasta atreverse a sanar y reconstruir el autoestima desde sus propias cenizas.
El rap de Adyman se sentía honesto, no pretendía convencerte con un discurso perfecto ni perseguir la manera más linda de rimarlo, lo suyo fluía como le salía, muchas veces con esa irracionalidad propia de lo espontaneo, porque así como te hablaba desde sus rabias y penas, también empezaba a entender la trascendencia del amor, y entre negaciones y resistencias, también afloraban esperanzas y nuevos horizontes que hicieran que valga la pena recuperar este segundo aliento con el que se atrevía a dar cara a lo que estaba construyendo con su vida. Descubrir ese aporte que hacía Miguel Ángel Rodríguez al proyecto de Segundo Aliento me hizo sentir acompañado y entendido en un estado mental en el que nadie quiere permanecer demasiado tiempo, pero que requiere aceptarse, entenderse y mirarse con perspectiva para salir de ahí.
Un mes después de ese estreno la vida me permitió viajar hasta Temuco y conocí a los muchachos de Segundo Aliento. Descubrí entonces que con Adyman había estado compartiendo una vez que llegó con Otto al Parque O’Higgins a una junta con amigos. Conversamos de todo esto. Se veían contentos, satisfechos de los resultados obtenidos con su primera propuesta, sintiéndose sólidos como equipo y ansiosos de meterse en la cancha del rap nacional a mostrar su juego. Fue para el festival Hip Hop Familia. Pude ir con mi hija, y, así como quería conocer a la Simona de DRT, le pregunté a Adyman por Paz Agustina, la niña que menciona y hace parte de sus canciones cada vez que puede: “Parece que va a venir”, me confiesa emocionado.
Minutos más tarde nuestras hijas saltaban juntas en la cama elástica. No conocía a Adyman, pero, en ese poco rato que compartimos, lo sentí bien amigo. Con una mezcla de ansiedad y nerviosismo me cuenta de lo feliz que está porque la madre de su hija pudo llevarla a la tocata, que es la primera vez que verá a su papá sobre un escenario. Sonreía y se movía de allá para acá. No conocía a Adyman, pero en ese instante creo que me compartió lo más puro y absoluto que tenía para definirse: el amor por su hija. En ese aspecto, el festival Hip Hop Familia fue una instancia fiel a su concepto.
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No muchas semanas después de ese festival volví a compartir con Segundo Aliento. Una fecha en Santiago los traía por acá y con eso la invitación para aprovechar de irse conmigo a la radio a conversar sobre su propuesta. Creo que nos fue bien, conseguimos una conversación sincera, adulta. Veía bien a Adyman en su función, compartiéndome reflexiones más de una persona viviendo y aprendiendo que de un artista proyectando una carrera, sin embargo, el arte estaba ahí haciendo la terapia silenciosa y permitiendo esos pequeños crecimientos o superaciones personales que lo tenían ahí, aparentemente bien. La música, ya sean las producciones como la escritura, fueron agua fresca en el tránsito por su propio infierno y de esa virtud sanadora del arte me habló harto, en su forma modesta y con la sonrisa que cierran los pensamientos al final de cada oración.
Anhelo de libertad:
El Nico es un amigo que me hice para la vida y que conocí con los Segundo Aliento en ese festival Hip Hop Familia. Este miércoles estábamos conversando de la vida por teléfono, reflexionando sobre tonteras cotidianas, dándonos ánimo en un día que estaba pintándose grisáceo. Cinco minutos después de cortar me habla al WhatsApp para contarme que Adyman ya no estaba aquí.
No supe qué decir. No sé qué decir. Tampoco me siento alguien cercano como para tener que decir algo, pero si hay algo por lo que conocí a Adyman y por lo que como persona se me quedó grabada para siempre, fue por su esencia y sencillez, por rapear con una honestidad que conmueve y por transmitir sin guardarse nada de ese amor por su hija que parecía hacérsele incontenible.
Desconozco más detalles de su vida que los que transparenta en su música, pero me daba la impresión de ser un tipo reservado, que podía ser simpático con muchas personas, pero que con pocas podría mostrarse verdaderamente cómodo. Lo vi cohibido en un grupo de personas y lo vi ser gigante respondiendo una entrevista en la radio a nombre de su grupo. Su música gritaba lo que él no se atrevía sobre su pena, de su inconformidad, de la angustia por no adaptarse. Su música me hizo sentido y acompañó, en episodios se me hizo necesaria para escucharme desde afuera y entender más de lo que me estaba atreviendo a ver. Quisiera que sus relatos le hayan podido servir tanto a él como me sirvieron a mí en su momento para conseguir un ercer y cuarto aliento si fuera necesario. Hoy escucho Segundo Aliento y siento rabia de pensar que todo lo que ahí está diciendo es una crónica anunciada, que no logró encontrar otra manera de conectar con su libertad, que no logró salirse de ese estado mental.
Son pérdidas que verdaderamente lamento más que la de cualquier rapero legendario. Que las siento cercanas, no por estar cerca, sino por no verme tan diferente a la persona, que en este caso con su música supo interpretarme en un período especifico. No soy quién para buscar explicaciones al por qué de su decisión ni mucho menos cuestionarla, sólo puedo aprender de su existencia y la grandiosidad por la que su gente más cercana le recuerda y les duele su transición. No hay mayores explicaciones, pero está lo hecho, lo vivido y también lo rapeado. Sólo quiero brindar mi amor y respeto a la familia de Segundo Aliento, a la sensible escena de Hip Hop en Temuco, y principalmente a la familia que aquí deja, que es lo que más me destroza habiendo escuchado y visto su devoción por esa pequeña.
“Adyman era un niño con un anhelo de libertad tremendo”, me dijo el Nico recién por teléfono. Nadie entiende nada, pero toca aprender. Observar más nuestro entorno, quererse bien y de mejores maneras, escucharnos de verdad, descubrir y apreciar la valioso de estar aquí. Pienso en todo eso mientras resueno “Umbral” de Carlette que acompaña el sanador pedaleo.
Espero que encuentres tu anhelada libertad, Adyman.
Agradezco las palabras hermano … Blessed