El pasado viernes 7 de septiembre se celebró una nueva edición del Festival Sativa en Teatro Caupolicán. El cartel estaba atractivo, acaparado principalmente por una mixtura de nombres con varios referentes de la nueva cumbia y el rap nacional, entre ellos Santa Feria, Guachupe, La Transa, Hordatoj, Chystemc, Jonas Sanche, Nfx & Fisher Showa, Excelencia Prehispana y Semillah Skillz. La cuota rapera estaba precisa, hay que decirlo. De hecho, así lo conversamos con la buena gente del sello H Empire cuando nos visitaron al estudio de Radionauta Online junto con Nfx hace algunas semanas, que de paso nos dejaron algunas invitaciones de cortesía, para sortear y para su servidor. Llegó el día y la persona ganadora se comunica conmigo para decirme que por pega no podría usar sus entradas. No quería perderlas, y, después de ofrecerlas sin éxito entre mis cuatro amigos de siempre, las convertí pasándoselas a cabros que a cambio me mantuvieron “contento” disfrutando el espectáculo. Bacán, porque andaba escaso y escuálido. Era un viernes por la tarde sin muchos planes ni expectativas y terminó siendo un conciertazo de rap chileno, de esos que no disfrutaba desde… ya ni lo recuerdo bien, pero hace mucho rato parece.
Por Darío Gutiérrez O. (a.k.a. Güissario Patiño).
Entré el Caupo poco antes de que Excelencia Prehispana cerrara su show. Ymec, Ese Rocka y Mc Piri habían anunciado a principios de este año su reunión después de once años con el proyecto en pausa. Desde entonces han tenido bastante ejercicio. Podríamos coincidir en que ni se sintieron los años para la versatilidad y particularidad de sus respectivos estilos. Todos en forma. Piri con sus entonaciones y quiebres en doble tempo, la presencia que sólo ocupa un vozarrón como el de Rocka y la distintiva lírica pausada que acota el flow de la voz grave de Ymec. Claro que, por lo poco que los alcancé a ver, aún están en esa curvatura del reencuentro para revivir lo viejo, antes que afirmarse del todo para juntos redefinir cuál será la nueva propuesta de la Expre. Su paso se cerró con aplausos. De pronto te sentías como en alguna tocata o encuentro de cualquier gimnasio o anfiteatro hecha hace más de una década atrás. Y los interludios entre presentación y presentación también, lo cual se volvía un tanto agónico. El clásico repertorio de los clásicos más clásicos del rap clásico, animadores, concursos, bailes, competencias de quién fuma más sin irse en pálida y todas esas parafernalias que uno a cierta edad desearía poder adelantar con un control remoto como si se tratara comerciales en la televisión, pero entendía también que estaba en una fiesta canábica, cuyo principal target son jóvenes y estudiantes universitarios que pagaron por ese panorama. El agente externo que está más cómodo viendo el espectáculo desde los últimos asientos del teatro es uno, no ellos, los del carnaval de la cancha.
El próximo en salir a escena fue Chystemc, a quien no tenía la suerte de ver en vivo hace bastante tiempo, pese a que su agenda de conciertos se mantiene siempre entre las más activas de la escena. Fue cuando descubrí que el peldaño que subieron los directos de los raperos nacionales fue altísimo. Impensado, tal vez. En un principio acompañado sólo por Dj Transe, para en cosa de minutos convertir el escenario en una pasarela de artistas interviniendo para sumar energía a su rutina. Desde la crew de bailarines urbanos del Doyoh, el guitarrista Pablo La´Ronde, su compañera Aly Mayely, el interesante conjunto de rock y música tribal Kinmakirú, el productor G Curin, e incluso él mismo, dejando de momento a un lado el micrófono para compartirnos algunas interpretaciones con su flauta zen de bambú. Una sorpresa, definitivamente. Mención especial al remake del beat de “Sure shot” de Beastie Boys con el propio Chystemc en la flauta dándole vida al legendario sample de Jeremy Steig, acompañado de sus amigos y familiares, músicos y productores. Su presentación nos compartió puntos altos de su pasado Techymuv, varios de los singles sucesivos y una que otra creación inédita. Fue un show en que a pesar de haber sido anunciado como Chystemc, éste nunca fue el protagonista, sino uno más entre una caravana de artistas multidisciplinarios conectados en entregar al público una propuesta capaz de llevarte por distintas sensaciones y emociones, con un trasfondo claro y urgente para nuestras conciencias, que es la revolución que Diego Torres Rojas lleva practicando exitosamente hace algunos años y hoy promueve de manera comprometida y altruista a su paso. Y así se le ve. A sus 31 años, probablemente en la etapa más iluminada y radiante de su vida, mirada transparente y sonrisa permanente, pero no diría que es una sonrisa en respuesta a la felicidad del presente, más bien una que demuestra calma y paz consigo mismo. Chystemc, quien durante la última década se ha mantenido entre los principales exponentes del género en Chile, es a día de hoy, con el poder de su influencia, uno de los mejores ejemplos y guías para la sociedad que renace de cara a las nuevas generaciones. Y si antes invitaba a no seguir su ejemplo, creo que hoy nos dice todo lo contrario, pero sin sermones ni discursos, sino en la práctica misma. Gracias por esa presentación, Diego. A ti y toda la fuerza detrás de ésta.
El próximo en ser llamado al escenario fue el señor Eduardo Herrera. Sí, tu hermano Hordatoj, uno de mis favoritos desde siempre en este circuito. Razones para decirlo así las tengo. Estando ahí, viéndolo dominar el Caupolicán desde su entrada con el tradicional “okey, sí…”, me hizo imposible no revivir aquella memorable presentación del hasta entonces prometedor Jotadroh en el mismo Teatro Caupolicán para el primer concierto de Nach en Chile, en octubre del 2005. Fue mi primera experiencia en ese mítico recinto y por aquellos días todavía era un liceano que se sorprendía con todo, entonces, esa fecha en particular, la tengo muy viva en la retina, pese a reparar recién que de eso se van a cumplir trece años ahora pronto. ¿Cómo olvidarla? Era la primera vez que muchos conocimos y escuchamos el himno “Viejos habitantes” en que éste inmortalizó con su voz el estribillo: “Hip Hop represent b-boys, graff, emcees, deejays don´t stop”; un clásico inmediato de nuestra historia que ese día hacía su debut masivo. Y en el presente, Hordatoj es de los pocos que puede darse el lujo de montar un show de canciones añejas y sonar vigente. Los adelantos de su próxima etiqueta, XTNCN (o Extinción), cuya salida se piensa que podría ser para este año, se los reservó para cuando sea momento de sacarlos. Su presentación tiñó Caupolicán de nostalgia. Y, ojo, que decir que el rap chileno más contemporáneo ya suena nostálgico no es algo menor. Sus compañeros fueron Dj Tee, quien estuvo impecable y sorprendente en los apoyos y los vocal scratchs, y posteriormente el músico y cantautor Panty. La triada armó una rica onda para repasar aquellas buenas canciones que Hordatoj le ha dedicado al amor. Una jugada arriesgada para un escenario como el Caupolicán, y considerando que el público en su mayoría eran jóvenes dispuestos a vacilar cumbia, pero Droh ganó como acostumbra y sabe hacer. “Imagino”, “Era de verdad”, “Ayer”, “A veces” y “Psycho” se corearon fuerte. El repaso incluyó cortes traídos desde E.L.H.Y.L.D., El Tintero y La Habitación Del Pánico. Tee se lucía con sus habilidades vocales, a ratos emulando los registros de Ana Tijoux, a ratos haciendo lo mismo con los de Jonas Sanche. Panty, por su parte, conquistaba con sus entonaciones. Y Hordatoj golpeaba cada rima con la potencia que reventaban sus baterías. Después de trece años de haber visto por primera vez un show suyo en ese mismo lugar, me sentí de dieciséis de nuevo. Y el remate fue perfecto: “Viejos habitantes”.
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Tenemos a #hordatoj en la casa . #festivalsativa #musicachilena #rapchile
Después de otro caluroso interludio, los próximos fueron Nfx & Fisher Showa representando el clan de la H del terror. Tras ellos estaban Dj See All y ThomasconH, y, monitoreando el sonido desde el otro extremo de la cancha, el inigualable Delay Lama. Si no me has leído o escuchado decirlo antes, reitero que el sello H Empire es probablemente el mejor ejemplo en Chile para entender las nuevas formas en las que se desenvuelve el Hip Hop, más allá de los sonidos o inquietudes que éste represente, sino más bien por la prolijidad y colectividad de sus pasos. La propuesta en vivo de Nfx & Fisher revoluciona cualquier estado de ánimo. Además, ambos se conocen y entienden a la perfección. Sus movimientos están coordinados casi simbióticamente. Podemos coincidir en que el show de Chystemc sorprendió, pero éste definitivamente se desmarcó de todo prejuicio. Los cabros son jóvenes artistas de la música y como raperos habitan su propia cima, pero en sus todavía iniciales veintes, tienen la ventaja de no ponerle límites a sus búsquedas. Tras una entrada enérgica con rap estricto, tuvieron tiempo para sus coqueteos con ritmos como la cumbia o el reggaetón. No son mis terrenos, pero me encantó lo que logran. Disfrutan la música y el escenario, y es lo que transmiten hacia el público que los avala. Por lo demás, son diestros en el contenido, sobre todo Fisher, que en lo musical es el más atrevido a soltarse en otros ritmos, pero nunca descuidando el mensaje. Su rutina fue otra oportunidad más para poner la estampa del sello H Empire en la retina popular, cuidando cada detalle, desde las visuales hasta los artistas invitados a su show, entre ellos Kenny Madfly y Rolando Fino. A diferencia de los anteriores, Nfx & Fisher no tienen muchos años de actividad discográfica para repasar, pero si mucho material publicado en el último par de años, por lo que no alcanza a existir la nostalgia por un eventual clásico aún, sino muchos momentos a los que señalar y revivir, entre ellos sus respectivos discos Skillz Of Shaolin y Experiencia Cíclica editados el pasado 2017, además de soltar algunos adelantos de lo que ya se está cocinando. Son imparables y justos merecedores de medirse en tal escenario, a la altura y el nivel de cualquier leyenda local, y me atrevería a decir que incluso más, con la ventaja que esta fuerza de trabajo no mira lo que esté pasando al lado, simplemente trabajan en pulir su diamante. El público les corresponde en la espontánea postal final.
Finalmente llegó el turno de otro que hace rato tenía ganas de volver a ver en vivo: Jonas Sanche. Con Jonas fuimos buenos amigos, pero perdimos la relación hace rato, sin embargo, conocí de cerca parte de lo que fue su exhaustivo proceso de inspiración para la conceptualización de su todavía inédito álbum 27, el siempre difícil segundo strike para todo artista después de un debut del calibre de Verdades: La voz de la avenida; por lo que me alegra demasiado saber que pudo dar con el modo que siempre quiso, pero demoró en encontrar, y que éste, al fin, ya esté en la fase final de su producción. Palabra, Jonas. Y es que 27 es uno de los discos que más se ha hecho esperar en la escena y tiene sentido. Los últimos tres años han sido un ejercicio constante de creación, prueba, ensayo y también error. Admiro esos procesos, que en el fondo tienen la propiedad para acabar con una idea original gracias al aprendizaje que surge en el mismo camino. Nada muy diferente de lo que pasó con su anterior trabajo en solitario.
Y bien, la presentación de Sanche en Festival Sativa estuvo acorde a las exigencias que podría tener cualquier artista que se precie de jugar en las ligas mayores. David Castillo en los últimos años ha visto y vivido el Hip Hop desde el sur hasta el norte de América, entonces, es obvio que algo de eso podríamos encontrarnos en su propuesta. Mi primera sorpresa fue encontrarme a Fourd y Jestein Ritmos, sus dos hypeman rotativos desde siempre, esta vez juntos y acompañándole en el mismo escenario, no desde el fondo. Ambos conocen de memoria la mecánica de Jonas, por lo que no existen dudas que serían la mejor compañía para llenar los espacios vacíos del escenario y secundarle oportunamente los apoyos. Controlando desde el fondo estuvo Dj Antioch, una de las cabezas de la escuela Surcuts, academia encargada de formar la nueva generación de deejays en Chile bajo las enseñanzas de verdaderos maestros en la disciplina. Ese fue otro acierto para el show de Sanche, contar con un tornamesista experimentado y dedicado específicamente a cumplir ese rol. Y en la rutina misma hubo repasos a los sencillos más recordados de V.L.V.D.L.A, demostrando que todavía aguantan, mientras que la otra mitad se dedicó a promocionar el inminente 27, logrando buena conexión con el público. Se le vio cómodo disfrutar su escenario, seguro de sí y de sus compañeros de equipo. Antioch tuvo tiempo para sorprender con su interludio solista, haciendo literalmente malabares con los platos y las agujas. En sí fue un show redondo, con esos detalles que demuestran mantenerse en un constante ensayo general antes del estreno definitivo de la obra con la que probablemente recorrerá varios nuevos países para su pasaporte. Desde cambios de vestuario, hasta pedirle unos segundos más al animador para inmortalizar una foto con el equipo y el público de fondo después de cerrar el show. Jonas sabe lo que quiere y va por ello.
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Tras lo último sentí que ya era hora de partir. Vi lo que quería y mis impresiones fueron tal cual las describí. Me fui a casa con rica sensación y total satisfacción por comprobar lo que se está haciendo en el rap nacional, donde, desmarcándose de un público exclusivamente rapero, logró conquistar y coronar un teatro como el Caupolicán, por lo demás, con propuestas que nos enseñan que es sólo el comienzo de una nueva era que recoge el fruto de muchos años de trabajo, sudor y sacrificio, para decir que sí, efectivamente, el rap dejó de ser un hobbie para raperos, y que Chile tiene calidad para medirse en cualquier terreno de la escena musical. Bien por los cabros y su caupolicanazo. No me habría sentido bien no escribiendo estas líneas.
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