LOS SONIDOS DEL SILENCIO: El equilibrio en los tiempos del cólera

A principios de noviembre me escribió Jean Stephen invitándome a escuchar su disco recién salido.
Coincidentemente ya me lo había enviado (creo que un día antes) un amigo que
tenemos en común, y como confío muchísimo en su criterio, lo descargué y guardé
para escucharlo en cuanto tuviera tiempo ya que esa vez iba de salida. Ese
momento fue un día que venía de regreso de echar humo con otro amigo, así que
la caminata me permitió ponerle atención a lo que pasaba en los audífonos con
los sentidos activados a un 300%. Mi primera impresión fue positiva, pero por
esas semanas estaba ocupado transcribiendo la última entrevista que publiqué,
así que mantuve el contacto con Jean
Stephen hasta nuevo aviso.
El día de la Expo Weed en el Parque
O’Higgins me encontré con mi amigo que me mostró el disco, y cuando quise
comentarle sobre ese trabajo, pegó un grito y llamó a Jean de entremedio de su gente. Buena coincidencia. Siempre
prefiero conocer a las personas que están detrás de una obra que me gusta
porque la misma conversación te ayuda a enriquecer esa perspectiva que te brindó
el producto. Compartí unas fumadas con Jean,
hice las preguntas de rutina y me comprometí a que un día escribiría esto que
viene ahora.

Por Güissario Patiño.

Si es necesario tomarse una década de la vida, entre
búsquedas, aprendizajes, replanteamientos y experimentos; para lograr un
resultado como el que consiguió Jean
Stephen con Los Sonidos Del Silencio,
pues bienaventurados sean los que se atreven a vivir lento para no morir
rápido.

Oriundo de La Florida, Jean Pierces –su nombre
real— tuvo sus primeros contactos con el Hip Hop a través del graffiti a fines
de los noventa. Pocos años después y obedeciendo el conducto regular, el
bichito del rap acabaría por picarle, tanteando terreno entre el beatmaking y
la escritura. Sus apreciaciones y entendimientos musicales fueron desde siempre
argumentos que harían de sus incursiones un cuestionamiento constante, buscando
la trascendencia y universalidad para un sonido tan estricto y limitado como el
que propone el rap. Así, editó hasta el 2009 un sinnúmero de canciones que
fueron la academia instructiva en el registro de ese nuevo sonido, aventurándose
en la mezcla del rap con géneros como el bossa nova o el jazz, interviniendo lo
artificial de sus esquemas con arreglos de instrumentos como la guitarra o la flauta
traversa. De ahí salieron un par de maquetas de escasa difusión como antecedentes.

En el 2010, con mayor definición y madurez en sus propósitos,
deja atrás ese periodo de entrenamiento y sondeos para decidirse por la realización
de su obra prima. Sin embargo, no se trataría de una producción cualquiera,
pues el desafío constaría de que solo las percusiones de los ritmos en los que
fluiría fueran trabajadas a base de Fruity
Loops
, mientras que el resto de la musicalización debía ser respetando los parámetros
creativos de cualquier músico que se digne a llamarse como tal. De esta forma, Jean Stephen se convierte en el real compositor, de tomo y lomo, de su
primogénito Los Sonidos Del Silencio.
La construcción de la obra del rapero y músico de 26
años, tiene a su responsabilidad los arreglos de guitarra, ya sea en cuerdas de
nylon, metálicas o eléctrica, flauta traversa y melódica, percusiones digitales
y voz; además de ser el encargado de la grabación, mezcla y masterización de la
misma.
Completando el cuadro, cuenta con la colaboración de músicos como: José Luis López (teclado,
trompeta, trombón, saxo barítono, tenor y alto), Claudio González (teclado), Pablo
Gajardo y Rodrigo Chávez (bajo), Soussa
(acompañamientos melódicos de voz y beats), Betzabe Pierces, José Pierces y P Dogg (voces), y Dejotanegro en los platos.

Los
Sonidos Del Silencio
se inmiscuye en terrenos de la black music que coquetean entre el jazz, el reggae, el funk y el bossa nova,
inclusive con leves acercamientos a otras tendencias como la nueva trova. Su
factura es cuidadosa y equilibrada, cada instrumento puesto estratégicamente cual
pieza encajando con lógica en un puzzle musical, convirtiéndose en un trabajo
de necesaria escucha para oídos con buena apreciación e interpretación del
sentido sonoro. Sin dudas, un acierto en el clavo en una época donde el
desarrollo de la producción musical está en boga, incorporándose en dicho
crecimiento con una promesa rupturista en todos sus términos, estableciendo una
evolución en el rap con una jugada que nos regresa a lo básico y primitivo de
la concepción musical por sobre cualquier herramienta tecnológica.

Temáticas que se mantienen entre la conciencia social, la contemplación y el
desahogo personal frente diversas situaciones o emociones, abarcadas todas
desde el punto de vista estético que ofrecen colaboradores como los
mencionados, donde el peso de lo melódico cala más fuerte que la proyección del
mensaje, siendo quizás este el punto menos fuerte si analizamos la labor de Jean como compositor de esta producción,
no desmereciendo sus virtudes como artista íntegro que se muestra. Once cortes
que llegan a buena hora para alojarse en los playlist de aquellos que esperaban finalizar el 2012 con algo que neutralice
la carga energética. Recomendado para escuchar con criterio, respaldado por un
buen accesorio de audio.

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