Flor de Rap asegura que 33, su quinto álbum estrenado en abril pasado, es su mejor creación y representa un renacer en todas sus letras. Si lo dice es por algo. Su discografía carga esa virtud de marcar hitos en el recorrido de su crecimiento personal, el que avanza en coherencia con la función terapéutica de la música en su vida. Por lo mismo, no hay capítulo de su obra que no sea consecuencia de un proceso determinante para poder atravesar hacia una siguiente etapa, algo así como el anhelado cierre de temporada.
Por Darío Gutiérrez O (a.k.a. Güissario Patiño).
“Con 33 les dejaré mi testamento”:
A sus 33 años, Ángela Lucero alcanzó el que es hasta ahora el mejor momento profesional de sus 20 años de historia musical. Como artista funciona a un ritmo y rigor probablemente muchísimo más vertiginoso del que nos podamos imaginar, al menos desde el entendimiento que tenemos de lo que puede ser el profesionalismo en el circuito de rap local. Hasta ese mismo nivel llegó con honores, paso a paso haciéndose un nombre desde las calles de Antofagasta hasta posicionarse en los principales escenarios para el género en Chile y Latinoamérica. Como emcee desbloqueó gran parte de los objetivos con los que naturalmente soñaría cualquiera de sus colegas, y como artista de la música que se descubrió en el camino tocó un techo que del que no pudo desentenderse por mucho más tiempo.
Hace exactos tres años Flor de Rap se abrió hacia más estilos de la música urbana. Le fue bien, porque es buena, profesional y aguja. Se liberó del miedo del qué dirán los raperos, disfrutó en cada ritmo, destacó, rescató, convirtió, pero, sobre todo, aprendió lo que se aprende cuando escalas hacia otros niveles. Potenció y dio visibilidad a su propuesta, su mensaje y esencia llegó hacia nuevos y masivos públicos, y económicamente logró pisar arenas menos movedizas que la de apostar a vivir del arte en una escena de rap como la chilena, por ende, su talento y dedicación pudo dar la estabilidad y tranquilidad que cualquier madre de tres buscaría para su familia. Pero era de esperarse que esa jugada no sería bien vista en algún porcentaje de nosotros mismos, y si hay algo en que nada supera al rap chileno es en su fijación y atención en todo eso que no le gusta, sin indiferencia en la reacción, al contrario, siempre notoria y ojalá haciendo evidente que hay demasiada rabia o frustración contenida. Entre esos nuevos aprendizajes a Flor le ha tocado lidiar con la obsesión de quienes están más pendientes de cuando no saca un rap que de cuando los saca, que, aunque suene paradójico, los gratuitos y constantes ataques virtuales no han sido algo ligero para su salud emocional.
“Saqué otro disco de rap, porque el rap me necesita”:
Yo sabía que más temprano que tarde la oiría descargarse y responder. No sería lógico pensar que su capacidad para hacer música en otros ritmos significara dejar de rapear como lo ha hecho desde sus 13, ni tampoco sería respetuoso desmerecer una vida entera surgiendo a través del rap sólo por un par de años sacando música para las discos, pero tendemos al juicio rápido y categórico, que si es preciso necesita descalificar a una tercera persona con tal de autovalidar el discurso propio.
Un día de septiembre del 2022 recibo la invitación a su casa. No nos veíamos desde antes de la pandemia, desde antes de toda esta historia jugando en otras ligas. Tenía ganas de conocer a esta nueva Flor de Rap, que, si bien siempre en lo humano se mantuvo siendo la misma, sentía curiosidad por saber cómo era estar desde lado. Su estudio de grabación, ahora ubicado en un refugio trasero de su actual casa, ya no es un laptop arrinconado en el suelo del living del departamento perfectamente acomodado para no tropezar con los cables. Cada paso valió la pena para llegar hasta este santuario creativo. Y bueno, si me llamaron será por algo, pensé. Así que, sin demasiada introducción, Nyror Ruiz va soltando cada una de seis las maquetas contenidas en la carpeta de 33.
No sé si has tenido el privilegio de estar en una misma habitación con Ángela Lucero y Juan Pablo Ruiz, pero el lenguaje con el que se comunican, sea verbal, corporal y diría que, hasta energéticamente, es musical. Reaccionan entre sí, entonces, escuchar junto a ellos un nuevo disco que les tiene satisfechos es un espectáculo paralelo, porque te invita a gozarlo e la misma manera en que lo están sintiendo y disfrutando entre sus miradas y sonrisas cómplices Así escuché 33 a días de haberse pensado, creado y grabado; un proceso impulsivo que se logró en sólo ocho días, con Utópiko encabezando la producción de ritmos y amistades de la música acompañando en arreglos de teclado, violín y hasta un coro góspel, todo con tal de llegar a la categoría con la que hace no muchos años Flor soñaba y trabajaba por concretar.
No es necesario hablar entre canción y canción, las letras no precisan mayor explicación, el desahogo transcribe explícitamente las distintas emociones que arman esta película auditiva llamada 33. Tras mucho trabajo y acción en el arte de sobrevivir, Ángela alcanza una edad madura con ciertas conquistas personales que le dan el respaldo en el cual detenerse a mirar y analizar el recorrido que la llevo a convertirse en quien es, pero esa no es una lectura únicamente musical o profesional, porque su música en cierta forma es la voz de su alma y el libro de su vida. La posibilidad de la autobservación te lleva a reencontrarte con eso que te dolió, pero no te sobaste lo suficiente por tener que seguir avanzando. Somos la construcción del mapa con esas heridas a medio cicatrizar. Flor me dice que 33 es su renacimiento, y para volver a nacer entiendo que hay que dejar morir una versión de uno mismo, y para eso primero hay que sanar y transformar nuestro concepto de muerte.
Renació en un disco de rap esencial, con esencia de Flor de Rap, hecho en absoluta independencia, pero no por eso limitado en sus posibilidades.
Tal vez en la historia del rap nacional sea pionera en darle ese corte: hacer el disco de rap que quieres porque puedes y porque lo eres, y hacerlo como lo sueñas porque tu historia personal y musical lo justifica y permite. De paso, dar cara tapando cada una de las bocas que hablaron a tus espaldas, entregando un mensaje que ya no es al enemigo imaginario del rap, sino que inspirado en personas, acciones y reacciones concretas, haciéndolo dentro de un concepto de disco de rap que en Chile juega en su propia liga. Atreverse a llegar ahí nadie dijo que debía ser fácil, pero hoy puede decir que lo hizo y 33 llega en esa forma de testamento hardcore.
En esa reunión se hablaban bosquejos de ideas ambiciosas para hacer de esta experiencia no solo un buen álbum para esta explosión espontanea de rimas que la despertó en un sueño hasta transformarse una semana más tarde en esas maquetas crudas que oí, y que un par de meses más tarde volvería a escuchar masterizadas en el estudio del legendario Chalo G. Allí Flor ya tenía más claro el plan, y gestionaba por esos días el rodaje de los seis clips que convertirían a 33 en la película que hoy es. Pronosticaba una pronta fecha de lanzamiento que se vio postergada un par de veces, porque hasta entonces todo había fluido demasiado bien, pero, consecuente con la carga autobiográfica que escribe los textos de su obra, el parto de 33 no fue nada de sencillo, su concepción angelical de pronto se volvió un infierno sin muchas esperanzas, sin embargo, y si algo ha aprendido en su vida y plasmado en esta entrega, es que siempre, por más crudo que sea el invierno, llega una nueva primavera para volver a florecer.
Más que la consagración musical que por esencia es 33, consagración que es independiente de la valoración inmediata o a largo plazo que pueda darle un público, sino más bien por llevar al rap en Chile hasta ese punto donde nadie más lo ha llevado; me parece que este capítulo en la vida de Ángela Victoria es la trascendencia hacia una nueva era personal, resucitando después de la crucifixión, accionando los milagros para quien esté dispuesta o dispuesto a creer en ellos viendo cómo vuelve posible lo que las excusas históricas apuntan como imposibles.
33 ya está en la calle, y su película estrena un nuevo capítulo semanalmente. Lo logró, la cabrona lo logró, y confirmarlo me causa la misma felicidad con la que me fui ese día de su casa después de escuchar las maquetas, esperanzado en volver a creer, inspirado en mejorar, motivado en dejar de ver como problema situaciones fácilmente solucionables, despabilado del hoyo en el que solito me estaba hundiendo.
Recuerdo esa noche haberme puesto unas canciones de 22Ruzz en el Spotify para caminar hasta la micro. Estuve hablándole de su música a la Flor minutos antes. Paro la 505 y la única pasajera en un rincón al fondo del bus es justamente ella. El presente del rap me inquieta en sus señales, y ese viaje en micro hacia Peñalolen me hace reflexionar que de alguna forma vamos en general para un mismo lado: encontrarnos y encontrar en nosotros mismos las herramientas que nos hacen descubrir quiénes somos.