Pueden llamarme loco o alucinado, pero yo tengo una teoría de que hay personas que en su cromosoma portan adicionalmente un ADN especial que los hace genuinamente rappers, pero por esencia, no por construcción, así como si hubiesen recibido un toque divino en el momento de su fecundación. No sé cómo explicarlo sin transgredir la raperilidad de nadie, porque no es esa mi intención, pero hay una rima de El Bruto CHR que dice “sólo con un respiro soy rap por inercia” que creo calza a la perfección con lo que quiero manifestar. De hecho, a don Andrés lo tengo mentalmente clasificado en esa sección, entre tantos otros ejemplos que con seguridad irán aflorando conforme fluya este escrito.
Por Darío Gutiérrez O. (a.k.a. Güissario Patiño).
“Yo no compito, les repito. Rivales hablan de calle buscando en el Icarito”:
Sin duda están en cualquiera sea la disciplina que se practique o vereda desde la que se aporte, pero en estas líneas me quiero acotar en emcees, y para esto no me baso en parámetros como quién lleva más años rapeando ni subjetividades infinitas como quién lo hace mejor. Tampoco apunto a ese sector que sabe mucho de rap y hacen canciones sobre eso ni menos hablo desde la estética o la imagen que se proyecte, porque esta genética exclusiva de la que te comento podría vestir un uniforme del McDonalds y seguir viéndose rapper desde la actitud espontanea de simplemente serlo, no se fuerza, lo que se pongan les queda así, por defecto. En esa actitud me inspiro y la pureza de su naturalidad, ligera, amena y cercana, simplemente siendo, por ende, libre de discursos y tediosas cátedras morales de cómo se debiese ser.
Pero, más allá de todas esas características o definiciones, está el rap, que en estos casos creo que habla por sí solo, y es lo que me hace disfrutar y reconocer dichas virtudes, insisto, no con el afán de posicionarlas encima del resto, sino simplemente destacarlas como la cualidad innata que son y el privilegio que tenemos de disfrutarlas cuando se dejan ver.
Te hablo del rap que suena callejero sin necesidad de alumbrar calle, es decir, ser “la calle en directo” como Jack Dee. En una temporada donde el vocablo urbano cobra un sentido tan ambiguo en lo musical, cuántas creaciones de esa categoría cargan realmente con la sabiduría, prudencia y propiedad necesaria para abordar esos códigos de los callejones con la autenticidad que lo hace Lord Sucio en una obra maestra y poco pretenciosa como lo es Testigo, la cual, en su crudeza, siento que jamás cae en lo obvio, predecible o lineal de sus conceptos. Adoro ese rap que narra la realidad desde lo interno sin hacer de ésta una disertación o un recurso decorativo, porque, “choro es caballero y vacila entero piola, mientras que al hechizo se le cae la ficha sola”, como rapeó Lechero Mon. Y mientras escribo esto me encuentro con un viral en redes sociales donde El Jincho alardea en una entrevista que su rap es más importante y real que la literatura de Nach, porque él sí ha estado “en la calle, sin techo, durmiendo en un banco, preso o arrancando de la policía”, como si se tratara de medallas para presumir, y al mismo tiempo reflexiono que, a diferencia del rap caricaturescamente calle de El Jincho, ¿cuántas vidas habrá salvado Nach, además de la suya, con todo eso en lo que convirtió lo que aprendió y vivió en las calles en casi tres décadas de trayectoria?
Por eso me hacen más ruido esas expresiones de un rap honesto cuando no hay pretensiones escondidas en el discurso, pues son experiencias que vienen de vuelta, con la virtud de concientizar a una audiencia sin necesariamente dárselas de educadores ni tampoco sabedores, simplemente fluir raperamente para advertirte que “en la calle se anda con cuidao, con los ojos bien abiertos y siempre avispao”, como lo hicieron los Tapia Rabia Jackson el 2000 en La Conexión.
Se dice que Chile es el país más rapero del mundo. No he estado en muchos más países que éste como para confirmarlo, pero sí creo que éste es un lugar donde se hace un rap muy rapero. Y especialmente esa casta raperil de raza pura que inspira este escrito, la del rap de la mata, mantiene esa cualidad de, muchas veces sin necesariamente ser los más visibles o pegaos, prender un faro en el camino cuando la neblina nubla el puerto.
Esa escuela es la raíz del punchline original y nunca reciclado, cuya certeza de sus líneas se te graban en la memoria para siempre; como el recuerdo de la primera vez que descubriste la soltura de Zitazoe sobre un ritmo o escenario o que te knockeó un golpe atrevido de verdades empuñadas en los raps de Vafe Jhous. El mismo espacio donde habita la realidad en cada reglón de Jotaose Lagos, la firma en cada barrio donde 22Ruzz ha gastado las suelas que respaldan la lucidez y transparencia de sus textos, la piel erizada cada vez que Isuenabien reaparece con un nuevo volumen de su saga, el ki sobrenatural de Dibujo Mc sobre la tarima, las jugadas oportunas en el momento preciso de un constructor como Bonckley, la mano de Hordatoj, serena, pero categórica, controlando el vaivén de su público, así como la satisfacción tras descifrarle una segunda lectura a una barra vía de Matiah Chinaski o Flor de Rap sin importar que de fondo suene una orquesta o un coro gospell, porque el rap, en su esencia más pura, natural, sucia y callejera, desde donde nació en sus vidas, siempre está y ha estado allí, como lo sentenció con coherencia Mc Unabez en “Perros fieles” el 2008: “puedes sacar al rapero de su pobla, pero nunca la pobla al rapero.”
“Que saque un disco lo reclama la calle”:
En tiempos de aparente segregación dentro del movimiento, donde la necesidad de diferenciarse del resto con tal de validarse individualmente adopta mil y una excusas, para ese nicho de raperos por inercia, cuyas acciones dicen más que su discurso, siempre me pareció que tiene bien puesto su lugar una propuesta como la de Bernardo Montes, a quien personalmente conocí en un asado de la ZNC al que fui invitado allá por septiembre del 2011. Meses antes de eso había escrito algo sobre ¿Dónde Está La Esencia?, el álbum debut de RawCorp, grupo donde escuché por primera vez la espontaneidad del estilo de B.Montes. Ése y otros proyectos de la época me vincularon con un par de personas del histórico colectivo del sector norte de Santiago, lo que supongo les motivó a invitarme a compartir en una de sus tradicionales reuniones. Fuimos con mi pareja de aquel entonces, y no conocíamos a más de tres personas de las tantas que ahí estaban, pero recuerdo muy bien la actitud de Beño acercándose a nosotros para conversar con real interés, de ese interés de quien quiere conocerte y no del que te busca para hablarte de sí mismo solo por interés. Charlamos no precisamente sobre rap, sino de la vida, nuestras historias y familias. Fue quien se encargó de hacernos sentir a gusto, en cierta forma cobijados en su grandeza corporal y sonrisa característica, como el buen compañero de curso que integra a los nuevos en los juegos del recreo. Ésa fue la primera impresión que me llevé de B.Montes, confirmando lo que ya me sugería su rap: un loco entero rapero.
Con los años fuimos compartiendo muchas más veces en distintas instancias, no recurrentes, pero siempre enriquecedoras, y en ese mismo tono de detenerse a saber cómo estamos verdaderamente y no por rutina, estemos en medio de los pasillos de un masivo concierto o sentados frente a un completo y un schop en una fuente de soda de Santiago Centro. Y en esa afabilidad que le destaco siempre admiré su manera de referirse al rap, que si bien cuando rapea es un cabrón, fuera de una instrumental es un libro abierto dispuesto a conocer, preguntar, cuestionarse y opinar, pero nunca sin respeto. En modo ninja, Bernardo Montes siempre estará dispuesto a conocer nuevo material, sea o no sea de su estilo o hecho por sus cercanos, con la intención de formarse un propio juicio. Es un rapero hecho, pero consciente de que el camino nunca acaba. Montes puede chulear sobre su experiencia tratándote de “niño” en una letra y a la vez ser el niño más ingenuo y feliz si de compartir rap se trata. En eso coincidimos una vez conversando con el Búfalo Dit, estar con Beño sentado en la banca de una plaza te hace sentir como descubrir el rap por primera vez con tus amigos de infancia.
En mayo del 2018 escribí algo sobre él cuando lanzó “El arte del K.O.”, single que ponía fin a la espera de algo solista por parte de B.Montes tras haberse hecho de un buen nombre en los lugares donde fluía presencialmente ese rap en estado puro que encarna. “Que saque un disco lo reclama la calle, ellos lo saben, imposible que falle”, recuerdo que versaba en una de sus barras.
Durante esta media década, sin embargo, jamás apresuró sus procesos, porque lo de él no es la persecución de un lugar en la escena. Desde ese debut al presente nos ha legado uno que otro single y varias colaboraciones. El pandémico “Al igual que tú”, sin dudas, uno de mis favoritos.
De las pocas veces que hemos conversado o nos hemos encontrado, con su entusiasmo particular me habla siempre de personas que ha ido descubriendo y conociendo, sensatas recomendaciones muchas veces de generaciones más jóvenes que la suya, con las que ha ido reaprendiendo y haciéndose de una nueva dinámica creativa. Al menos esa es la sensación que me ha dejado, probablemente una búsqueda que en lo personal le invite a un desafío distinto de lo que ha experimentado en más de una década con sus amigos y compañeros de RawCorp, incluso queriendo construirse artísticamente desde cero sin la gestión de un proyecto por detrás como lo es su sello Fat Flava Music. Y no desde la lectura simplista de que existan quiebres en las relaciones, para nada, todo lo que orbita el núcleo de la ZNC son códigos de familia y rap con la resistencia y unidad que pocas agrupaciones han ejemplificado en la historia del Hip Hop en Chile, solo que Montes es hambriento de conocer y teniendo la ventaja de rodearse de los más genuinos en su área, no teme en descubrirse a sí mismo eligiendo el camino menos fácil.
“Estoy en la bóveda puliendo mis lingotes”:
Así llegó Piro, el que es oficialmente el primer álbum de B.Montes, un escape musical de seis cortes producidos, trabajados y pulidos con el joven Vicente Guerra, quien hoy se hace un nombre en la escena bajo el seudónimo de Vince Massacre.
Esta amistad data de mucho antes de que surja la idea de este proyecto, siendo entonces Piro una consecuencia del compañerismo con el que ambos autores han madurado en sus disciplinas y llevándolas a otros niveles conjuntamente.
“Además de comenzar a sacar música de manera individual, mi intención era dar la mano a los cabros más nuevos del barrio que se han ido puliendo y están en un tremendo nivel. Materializándolo en un disco pueden darse cuenta de lo que son capaces.” – revela B.Montes sobre la experiencia de Piro.
“Estas seis canciones son un claro testimonio de la dedicación de Beño a sus líricas y la mía al sonido, aunque tengo claro que viene muy de cerca el comentario, pero, personalmente, creo que es el resultado todas las experiencias que me llevaron hasta esto y de las cuales estoy muy agradecido. Para mí, Piro es un siguiente nivel en cuanto al sonido y las producciones, y para eso tiene mucho que ver haber estado bajo la presión de las brígidas letras de Beño y su infaltable cigarro” – reafirma el productor Vince Mass.
Piro llegó acompañado del video clip de “Ejecución”, el cual fue realizado por Wiishoo Producer, y cuyo single sus autores reconocen como uno de los más simples del proyecto, pero que cumple su función de carta de presentación con barras pesadas. Sin embargo, sería injusto clasificarlo como un EP de egotrip, pues en su breve duración condensa esos elementos que hacen de Bernardo Montes uno de esos raperos indispensables para traer a nuestra mesa el verídico testimonio callejero, del rap por esencia que responde a la interrogante de aquel recordado debut junto a RawCorp, encontrando en sí mismo la capacidad para hablar de lo que está más allá de una primera persona o un simple asomo al vecindario, definiendo en consecuencia una obra generosa en empatía, emociones, credibilidad y aquellos detalles fundamentales que la vuelven permanente en el tiempo, una virtud atribuible solo a quienes tienen seguridad en las propias búsquedas, y que, conscientes de sus habilidades, no desesperan por relucirlas para entregar el material que a ellos les gustaría también recibir, renunciando así al elogio fácil y la necesidad de una urgente validación.
Recomiendo Piro porque trae todo eso que considero necesario valorar en la amplia calidad del rap hecho en nuestro país. En tiempos donde es común que los discos carguen finísimas barras como argumento de persuasión a una audiencia, me inclino por las barras que más allá de la estética se afirman en su esencia fidedigna de saber representar, así no hacer rap pensando en convencer a los raperos, sino más bien fluir en el rap capaz de asimilar y plasmar las realidades de cada ser que transite la misma acera en la que nos encontramos.
Y si se te hace breve esta esperada primera piedra de B.Montes, deberías además saber que…
“Ya estoy trabajando mi próximo LP. Exceptuando una, todas serán canciones nuevas. Tengo todo grabado, solo falta pulir un poco más un par de cosas.”