La familia, lo primero: Temuco celebró histórica reunión de rap nacional.

La familia, lo primero: Temuco celebró histórica reunión de rap nacional.

El pasado sábado 15 de junio se realizó en Temuco la primera edición del Festival Hip Hop Familia, actividad que reunió a una treintena de selectos raperos con escuelas provenientes de diversos y lejanos puntos de Chile, entre esos Iquique, Las Cruces, Santiago, San Fernando, Santa Cruz, Los Ángeles, Angol, Valdivia, Paillaco, Puerto Montt, y, por supuesto, Temuco. Si bien el desarrollo del Hip Hop al sur del país siempre se ha promovido y fortalecido de una manera interregional, digamos entre Concepción y Puerto Montt, el carácter de este encuentro significaba un nuevo precedente en el Hip Hop temuquense, pues representaba (en la medida de lo posible) rap del norte, centro, costa y sur del territorio. Un desafío complejo por partida doble. Primero, por coordinar y mover a esa cantidad de artistas invitados hasta el lugar para hacer posible un concierto de ensueño que no contó con más auspicio y empujón que las propias intenciones y convicciones, y, segundo, por la misión de educar a la audiencia local haciéndoles ver que es posible llevar al Hip Hop a otro tipo de escenarios e instancias más familiares, y que, por no más de un par de lucas adicionales a las del panorama habitual, podrían vivir una experiencia muchísimo más enriquecedora que ver a los mismos tres grupos de siempre en el boliche de siempre. Como dijo el cubano Rxnde Akozta, “lo primero es hacerlo, lo segundo hacerlo bien”, y creo que con en este primer ensayo, y aún con muchas cartas del noviciado jugando en contra, la organización supo inscribir en la historia de Temuco un festival de primera categoría, y que quiso dar cara por muchos de esos talentos a lo largo del país que no son acogidos por quienes mueven los hilos en esta pequeña industria que ha logrado armarse en torno la calidad del rap nacional, brindando una alternativa cargada de excelencia y variedad musical, entretención, aire puro, y una entrañable atmósfera de familiaridad, sin discriminar entre quienes viven y son parte de esto de quienes no.

Por Darío Gutiérrez O. (a.k.a. Güissario Patiño).
Fotografías por @zkt1audiovisual, @nclsfotografia

“Siempre tengo que volver”

“He vuelto a mis raíces. Bienvenido a mi barrio, 2001…” versaba Zaturno en su colaboración con Dj Raff & Solo di Medina para el single “2001” del insigne Top Ten Babylon Artistas. Aquel sencillo sonaba reiteradamente en los medios por aquel 2001, año en que llegué a la ciudad de Temuco, lugar donde viví por un par de años. Tenía doce y recién comenzaba a escuchar rap. Para mí, que venía de un pueblito más al sur llamado La Unión, dicha ciudad me entregaba toda esa urbanidad que quería vivir y transitar para lucir esos disfraces del “hiphopero toy” que quizás tú también fuiste o te dijeron que eras sólo por escuchar, por ejemplo, canciones como “2001” en el 2001. Temuco me inspiró con sus variantes y troncales rayadas, las cortinas del centro bombardeadas, la identificación de sus territorios marcados por las iniciales de los distintos piños que hacían suyos esos espacios. Fue donde supe apreciar y leer la calle bajo esos códigos que bien se definían, o al menos eran perfectos para mí, perfectos como la precisión con el plumón linterna de Pipe Ser o el dominio de la fatcap newyorkina de Anik. Fue el escenario que me acompañó en esa compleja y desabrigada transición hacia la adolescencia, así que le guardo un cariño especial a esa etapa y suelo, pero han pasado muchos años desde eso y muchas historias desde que me fui de ahí, sin embargo, anecdóticamente, el mismo Hip Hop me ha permitido regresar en un par de ocasiones para presenciar lanzamientos de artistas locales que hoy sigo y admiro, y con los que además comparto generación, por lo que, de haber seguido allí, de seguro habríamos compartido amistad e historias, pero la música vincula y también construye otros mundos en que las experiencias, visiones y procesos coinciden sin la necesidad de la inmediatez geográfica. Por eso, cuando retorno a Temuco siento como si nunca me hubiera ido, pues, gracias a la buena música que ahí se cultiva, cada vez tengo más amigos por allá, personas con las que sintonizo muy bien y que me alegra siempre ver, convencidos de alguna manera de que siempre que nos encontramos es porque nos mantenemos en esto, lo que genera un respeto mutuo. Eso sí, el viaje de esta vez fue distinto, pues conmigo venía mi familia, entonces les compartí a ellas esa parte de mi historia llamada Temuco (y viceversa), dieciocho años después de aquel 2001, pero con la melodía y la lírica de aquel sencillo más arraigadas en la piel que nunca. Temuco, querido, mi camino sigue siendo el mismo de siempre.

Un nuevo ciclo:

Debo decir que hubo incertidumbre respecto a la participación en Festival Hip Hop Familia hasta al menos un par de días antes de la actividad, a pesar de que las conversaciones se cerraron con más de un mes de antelación. Por parte de la organización se percibía esa seriedad, compromiso y motivación por hacer que las cosas ocurran, pero, seamos honestos, el desafío que se pusieron estaba lejos de poder llevarse bajo control. Se necesitaba vender muchas entradas para asegurar el piso, que contemplaba, además del espacio y la infraestructura, el pago de hostal, aviones y buses desde distintos lugares de Chile para todos los invitados. Y sobre los grupos convocados, sin cuestionar la calidad y mérito de cada uno de éstos, vale decir que la cantidad era una exageración. Se veía venir, lamentablemente. Y sí, es lamentable, porque, por la oferta del flyer, no era una locura pensar en que lograría juntarse una cantidad aproximada de mil personas que repleten y disfruten de la actividad para fluyera como debiesen ser estas instancias. El valor de las entradas no era impagable, al contrario, en la primera etapa podían entrar dos personas por ocho mil pesos y en puerta dos por diez mil. Pero ¿qué pasa? Pues, nada, lo de siempre. Toda propuesta que resulte algo diferente a lo habitual es recibida con cierta reticencia, siendo que, para conseguir el éxito de las mismas, el factor determinante aquí el apoyo y respuesta de una escena que valide la necesidad de abrir estos espacios y que las tocatas dejen de ser lugares de encuentros sólo para los mismos artistas que se suben al escenario.

La venta de entradas fue lenta y la inseguridad comenzaba a hacerse notar hacía la última semana, de hecho, llegó a cambiarse el lugar del evento un par de veces debido a lo mismo, pero nada podría frenar los ánimos de dar vida a un festival de categoría como el que siempre tuvo en mente y por la que batalló hasta el final el equipo organizador de Hip Hop Familia. Y, bueno, llegado el día, vale decir que cumplieron con su parte.

El evento se desarrolló en el centro de eventos Citrino, ubicado en el sector de Maquehue, a unos cuantos kilómetros al sur de la capital de la Araucanía. El sitio era impecable. Esos días, la lluvia, que ya llevaba cerca de un mes cayendo sobre la gris ciudad, quiso tomarse un descanso y un sol generoso iluminó los verdes paisajes que escondían a Citrino, un espacio abierto y rodeado de gigantes árboles nativos, de difícil acceso eso sí, pero no imposible. Adentro se respiraba Hip Hop. Las crews de break dance compartiendo sus rituales. Pocos metros más allá se olía ese adictivo aroma que emanaban los aerosoles de los graffiteros presentes. El cuadro se completaba con espacios infantiles con cama elástica, taca-taca y una consola arcade, así también pequeños comerciantes locales vendiendo sus productos en stands, un escenario imponente con un sonido de lujo e iluminarias de primer nivel. Todo listo y dispuesto, Festival Hip Hop Familia era ya una realidad.

La mañana anterior a ese sábado me encontré con Matías Foucault y el club de Mono Muerto mientras desayunaba en la mítica Feria Pinto. Todos santiaguinos maravillándonos con parte de la magia que ofrece la cultura y folclor local. Los muchachos me manifestaban sus tenían ganas de disfrutar este encuentro, pero también estrujar al máximo su viaje, además de compartir con los distintos exponentes que ahí se reunirían. La misma mañana del evento, comenzaban a llegar al grupo de WhatsApp (que se creó con motivo del festival) las primeras imágenes de la tropa santiaguina que llegaría en caravana hasta el lugar, todos reunidos desde temprano en el aeropuerto con la misma ansiedad de vivir este particular episodio. Entre ellos estaban los creativos de ZKT1 Audiovisual, Rick Santino con Elias Roca y Phedro Peligroh, Ensecreto con Dj EseTé, Hoprez, Crenshet, Gronex con Talobeez, MutanteStyle, Papewancalavera, integrantes de la Sexta Mafia y más acompañantes de todos estos.

Mientras la comitiva volaba, Citrino comenzaba lentamente a poblarse. Se sumó una buena cantidad de personas para armar el ambiente, pero, definitivamente, pudieron ser muchos más. Quizás jugó en contra la débil promoción en medios y espacios locales que tuvo tan brillante apuesta como esta oferta llamada Hip Hop Familia. También creí, gracias a mis experiencias anteriores, que el público de las comunas y regiones aledañas llegaría en masa el día del evento, pero tampoco fue así. Y tal vez esto nos de para pensar que no debemos ni podemos quedarnos estancados en una única concepción de los hechos. Si bien Hip Hop Familia convocaba (literalmente) a la familia a disfrutar Hip Hop, y así fue, pues el lugar reunía todas las condiciones para que las y los más pequeños disfruten con tranquilidad y seguridad a campo abierto y también en la zona infantil, esa generación aperrada que hace no muchos años cruzaba ciudades y regiones para asistir a estos encuentros, que ya tiene la adultez y madurez suficiente para entender la riqueza de cada uno de los grupos del cartel, es muy probable que ya estén también ocupados con sus responsabilidades y propias familias. Sin ir más lejos, en mi caso, negocié mi pago por cubrir la jornada a cambio de pasajes para mi familia, pero sólo porque tenía asegurado dónde alojar con las comodidades de un hogar y no llevarlas inconscientemente a la aventura misma. Me entusiasmaba más la idea de poder compartir esta experiencia en familia que ir por la pega. Así también llegaron las familias de varios de los artistas locales, aunque el programa era tan extenso que, después de cierta hora, el frío y las condiciones del lugar no eran las más idóneas para mantener ese carácter familiar hasta el final. Digamos que el evento bien podría haber finalizado de forma redonda a eso de las 21:00 horas con una cuota menor de artistas invitados, y no extenderse hasta más allá de la una de la madrugada, pues ya bajo esas condiciones la instancia vuelve a convertirse en un privilegio disfrutable sólo por algunos. Alivianando la cuota de artistas, tal vez podría haberse aprovechado esos recursos en buses de acercamientos con salidas constantes que faciliten el acceso y abandono del festival. También pensar en un público intermedio, que no sean sólo madres/padres con sus hijas/hijos, sino también tener un panorama atractivo para adolescentes, quizás llevando a exponentes del freestyle nacional que tanta masa mueven en las distintas ligas en las que participan. Bueno, son muchos los puntos que con seguridad la organización reflexionará y sacará sus propias conclusiones, teniendo otras consideraciones si se deciden en preparar una necesaria segunda versión de esta iniciativa, porque espero que haya una segunda después de esta primera que no estuvo nada de mal, sólo que podría haber sido mejor. Como dice Kijote de Isuenabien: “Pagai treinta lucas por ver tu grupo newyorkino y después todo cagao pa’ pagar por underground chileno”.

Me parece que quienes conforman la escena local no pueden desentenderse de estas jugadas, pues, de qué sirve tener la intención de descentralizar el desarrollo del movimiento si no hay un público que justifique esa necesidad. Muchas personas fuimos las que disfrutamos el ambiente y espectáculo que se armó, pero, insisto, pudimos haber sido cientos más, sin embargo, el festival resultó ser la alternativo que siempre quiso ser. Quienes estuvimos ahí nos beneficiamos de horas de rap de calidad y los detalles fueron mínimos. Ya hay un precedente. Ya hay un registro materializado de lo que se inició como una idea, y con seguridad en una nueva edición habrá más crédulos dispuestos en apoyar una labor tan linda y ambiciosa cuya responsabilidad no debiese recaer únicamente en las manos de dos personas, pero que, pese a todo, lograron hacer posible lo que parecía imposible, y la historia del rap en Temuco tiene un nuevo capítulo y una experiencia que se fue de regreso a distintos rincones de Chile.

Hip Hop y Familia.

Y bueno, ya saliendo de tanto análisis y comentarios sobre lo que fue y lo que pudo ser, es justo también hablar de lo que sucedió aquella colorida tarde del 15 de junio en el centro de eventos Citrino. Temuco es cuna de una de las escuelas de rap más interesantes de analizar en el territorio nacional y ese día se reunirían varias de las propuestas que argumentan esta sentencia. El periodista Ricardo Olave de El Austral, tomó una de las frases que salieron durante nuestra entrevista para darle el titular a su crónica: La república independiente del rap.

Ese día se presentaron en vivo propuestas locales que iban desde lo emergente de Bajo El Humo, hasta el proyecto Segundo Aliento, agrupación formada por Waldo Palma, José Carlos, Adyman Rodríguez y DRT, que hace pocas semanas lanzaron su álbum debut homónimo, con el que se entrometieron exitosamente entre las referencias más sorprendentes de la zona. La unión de Recik, Frs y Dj Labs, que en el 2014 lanzaron Tierra Húmeda, tuvieron su participación entre los primeros de la jornada. Hip Hop Familia también fue la oportunidad para la reunión de Isuenabien, histórica banda local que el desplazamiento geográfico de sus integrantes los ha mantenido fuera de su tierra de origen por varios años, pero que por fin tuvieron la excusa perfecta para reencontrarse con su público y traerles las buenas nuevas de su esperado cuarto álbum Mentes Peligrosas.

Otro que ha tenido que abandonar la ciudad es 4to Karamazov, quien actualmente reside en Pucón, donde ejerce como docente. Su participación en el festival estuvo cargadísima de newen, y no desaprovechó el espacio para llamar a sus colegas raperos a apoyar al paro docente que defiende junto a sus colegas profes hace ya casi un mes. Los adelantos de su obra Tarot calaron fuerte en una puesta en escena impecable, a la que se sumó posteriormente la participación de su amigo Kanitrou para traer a colación algunos del inmortal Tesis, quien luego continuó en solitario para soltar los adelantos de su placa Humores. Cato y Piño de La Tarea son otros regalones de la casa que han marcado una escuela fundamental en el desarrollo local de la última década, como también lo han hecho Otto & Deman, que en el 2016 legaron el imprescindible Tormentas Pa’ Tus Días Soleados. Y, sin dudas, unos de los representantes de la escuela original en Temuco no podían quedar excluidos de tan memorable encuentro: Jotaose Lagos & Control Habilis de Delanueve tienen una no despreciable cuota de responsabilidad en que, efectivamente, Temuco sea esa república independiente de rap en Chile, y que la naturaleza existencialista intrínseca de su escritura madure en forma paralela en que sus generaciones fueron pasando de adolescentes a adultos. El cariño a Jotaose Lagos se sintió fuerte desde el momento en que Kanitrou le invitó a su show para rapear “En forma de rap” del álbum Rap De Precisión del deejay y productor Control Habilis, próximo a estrenarse. El legado de esto monstruos es el común denominador en el rap sureño.

Nápoles, quien el 2017 editó su álbum Manos Sucias, es un rapero oriundo de Pichilemu que hoy en día finaliza sus estudios universitarios en Temuco. Él fue uno de los artífices de este encuentro, o al menos la cara visible con la que muchos hablamos. Su visión y entendimiento del Hip Hop fue el que influyó en la forma que tomaría la parrilla de Hip Hop Familia. Una tarea ardua, que lo tuvo desconcentrado de sus propias ocupaciones hasta el último momento, siendo tal vez su presentación durante esa tarde la única pausa para desconectarse de las responsabilidades. Un tipo honesto y de limpias intenciones que me alegró haber conocido y conocer su propuesta en vivo. Él estuvo en la primera tanda de raperos que se presentaron. Otros fueron Da Fovia, de Valdivia, un proyecto que reúne juventud, habilidades y una visión constructiva muy comprometida con el colectivo interregional Coyote Flame. Ellos estuvieron compartiendo parte de lo nuevo y lo mejor de su álbum Pánico editado el año 2015. Gronex, de Los Ángeles, dio repasos a su aplaudido Undergro del año 2018, acompañado de Talobeez en los controles. Hoprez compartió generosamente adelantos de su primer álbum en solitario. MutanteStyle también se hizo presente, haciendo su última presentación antes de partir hacia su gira en México, repasando distintos hitos de su trayectoria. Matías Foucault y compañía nos deslumbraron con su poesía delirante y habilidades, así también lo hizo Ensecreto y la complejidad de su proyecto. Hip Hop Familia fue la opción que tuvimos para conocer también la fuerza de los directos de artistas como Crenshett o Papewancalavera, ambos de Iquique. También la lucidez de la labia reflexiva de Stigma, quien, siendo uno con el entorno, ingresa al escenario respetuosamente saludando “mari mari kom pu che”. Después hizo lo suyo también junto a sus compañeros de la Sexta Mafia, un combo integrado por estilos y flows diversos, como los de Tomás Alud, Kifat y también Dogman. Este último con una energía y presencia desbordante en el escenario.


Y así fueron pasando distintas figuras, voces, mensajes y planteamientos que hicieron de este festival una parrilla nutritiva, donde ninguna pieza nos dejaba indiferentes. El público atento y respetuoso seguía con atención desde la ubicación que se quisiera tomar en un espacio tan amplio y libre, que no precisaba necesariamente un tumulto de raperos con manos en el aire saltando debajo del escenario, pero que sí lo logró en varias oportunidades. Por otro lado, fue una reunión muy entrañable, una oportunidad de verse las caras y sentarse en una misma mesa a compartir, a conversar y conocernos, reírnos y reconocernos. Siento que el objetivo, al menos en ese aspecto, se logró. Supe después que en términos económicos no fue la misma historia, pero era de esperarse teniendo una inversión inicial tan costosa. Realmente daba por hecho que sería así, porque no hay que ser muy inteligente para darse cuenta y entender en qué circuito nos desenvolvemos, un underground en permanente construcción, que cuando nos conviene lo romantizamos y nos llenamos la boca hablando de lo lindo que es ser parte de esto, pero muchas veces rápido se nos olvida de dónde venimos. Entiendo que ni a ti ni a mí nos sobran las lucas y el tiempo, pero a veces la experiencia misma es la que cubre todo aquello, y, en mi caso, valoro la oportunidad de desconectarme de mi realidad para viajar cientos de kilómetros y refrescarme en esta especie de retiro saludable, pues, seamos honestos, ninguno de los invitados tuvo que rechazar un Lollapalooza para estar ahí. Era un festival de la misma cara under que tiene el ya underground panorama de rap en Chile, aquel que no basa sus letras en contenidos aspiracionales ni superficiales, sino en la magia de la artesanía, construcción y convicción que significa luchar por estos ideales que nos definen y representan, los que hablan y concientizan sobre lo que a la sociedad no quiere que nadie hable, cuyo mensaje viene de personas con la edad, madurez y cancha recorrida suficiente para entender que a veces no todo sale como se quisiera, como te ha pasado a ti tal vez más de una vez, que no tuviste tal vez cómo responderle a alguien que a lo mejor no querías deberle. Así que no nos pongamos divos, porque anécdotas así siempre han pasado y seguirán pasando, y si creemos que no, estamos en el lugar incorrecto y nuestro discurso no es más que una máscara. Fui asistente y testigo del evento y no me cabe duda que nadie se llenó los bolsillos a costa del resto, sino que todo lo contrario, se desembolsó lo que no había para abrir un espacio como el que tú y yo disfrutamos, y ahí está la tarea de la organización de aprender de esta errática, pero satisfactoria primera experiencia, así como nosotros tendremos que reflexionar sobre por qué este Hip Hop, tan interesante y cada vez más masivo que creemos cultivar, no tiene aún la capacidad de agotar entradas cuando se montan carteles así de atractivos. Y seguimos construyendo, y seguimos aprendiendo. Es la magia de todo esto, es lo que elegimos. No nos desentendamos que aún está todo por hacer. Agradecido de la oportunidad de haber estado ahí y ojalá que se resuelva lo que haya que resolver para empezar a pensar en una segunda, tercera, cuarta y quinta edición de Hip Hop Familia, y así hasta convertirlo en una tradición y vitrina donde muchos y muchas más quisieran estar. Felicitaciones a quienes lo hicieron posible, artistas, organizadores y público presente. Estuvo increíble.

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