El Hip Hop en Chile suma sabrosos capítulos a diario. Que las generaciones que se incorporan adapten su desarrollo en formatos más compactos, de impacto social más eficaz, no es consecuencia de otra cosa más que del camino que han desmalezado progresivamente sus cultores en las últimas tres décadas. La instrucción en el Hip Hop llegó al punto en el que, más allá de ser una herramienta de educación y acción, te dota de alternativas para discriminar y así discernir tus propios criterios, evitándose entonces ser el cliché de lo que propuso tu antecesor.
Y con la nueva camada de raperos no me estoy refiriendo a la que hoy los medios reseñan en sus editoriales o los que esperan el pago por la devolución de sus contenidos en plataformas como Spotify y YouTube. Cuando hablo de la nueva camada de raperos, hablo de los herederos directos de esa misma generación que hoy tiene el goce de desenvolverse dentro de una mayor cobertura mediática, porque, al igual que su antecesora, esta generación actual también necesitó aquel punto de inflexión en el que encontrarse y descubrirse, mas no así tantos años de escuela antes de bosquejarse como una revelación. Es una diferencia de contextos que a muchos aún les duele asumir. Si en la generación anterior celebramos la integración del Hip Hop en la sociedad, llegando al punto de no ser necesario cuestionarnos si estaba bien o no que los hiphoppers puedan ser rostros de marcas; la generación actual llega para producir las nuevas marcas. Y ésa es sólo una entre tantas analogías que confirman los pasos de ventaja con los que se inician. Algunos ya logran sumar decenas de miles de reproducciones en sus primeros vídeos caseros, mientras que otros han atravesado por varias fronteras en giras que te enseñan más de Hip Hop de lo que podrías aprender en diez años escuchando sólo a los clásicos. Particularmente, en esta oportunidad les quiero hablar sobre uno entre todo ese prolífico universo, un compadre que hace rato viene haciéndome ruido en la libreta, sobre todo por su facultad representativa del Chile que vivimos hoy, del cual nunca pretendió ser vocero, ni siquiera un reflejo, aunque éste último yo diría que sería una de sus cualidades más acertadas.
Por Darío Gutiérrez O. (a.k.a. Güissario Patiño).
A Sergio Araya Rodríguez se le conoce y se le ha conocido siempre en el entorno como Shesho. En abril pasado cumplió apenas 21 años, lo cual inmediatamente nos contextualiza en que para la revolución pingüina del 2006, mientras muchos de nosotros empezábamos a dejar atrás la enseñanza media, éste recién iniciaba el segundo ciclo de la básica con su quinto año. Sergio es criado en una época en que la agenda incorporaba otros temas en la discusión, y el noticiario ya no lo encontramos a las nueve de la noche en nuestras casas, sino que bastaba con asomarse un rato a la calle para ver qué estaba pasando. A pesar de crecer con las ventajas que abre un país movilizado como el de la última década, no fue hasta los 18 años que dio con el Hip Hop y empezó a escribir sus primeras canciones de rap, siempre en compañía de su hermano menor, Pablo Rojas, con quien compartió innumerables recorridos en las micros del sector norte de la región metropolitana y hasta hoy se acompañan en los escenarios. Las flotas de las líneas rojas del Transantiago fueron las tablas de este novato emcee oriundo de Quilicura. Ahí se dio a conocer, y lo quiso hacer de la misma manera en que siempre lo fue en su barrio: él es simplemente el Shesho. Fue ahí donde en el 2014 conoció a quien luego le permitiría grabar por primera vez una de sus canciones, experiencia que fue repitiendo hasta acumular unas cuantas que ese mismo año compiló en una mixtape que ofrecía al finalizar sus rutinas. Ahí también fue el lugar en el que principalmente habitaron las siete canciones que dieron argumento a 7 Pecados Capitales, aquel primer y único registro discográfico que autoeditó el primer semestre del año 2015, no necesitando más que un micrófono USB y la infalible versión 2.0 del pro Cool Edit.
https://www.youtube.com/watch?v=XfdcGeg2GQY
Hace poco menos de un año se abrió una fanpage de Facebook bajo el nombre de Shesho. Desde ahí logró expandir el mensaje de las canciones que hasta entonces eran del conocimiento único de sus oyentes en las micros y tocatas. La función del Shesho se reconoció rápidamente por ser la de un juglar de la vida moderna. Es él y su lírica, frente a la toma fija que se graba desde la cámara frontal de un smartphone, y que, desde una pieza como cualquier otra de cualquier barrio de cualquier comuna, en pocas semanas logra alcanzar más de cien mil reproducciones, como el caso del vídeo de “Mi paí$”, que fue compartido casi dos mil veces desde su enlace original. Y quienes le hacían el eco no necesitaban precisamente ser otros raperos para empatizar con el fondo y el modo, porque la lírica de Shesho es la contingencia in situ: aquí y ahora. Fluye con espontaneidad, porque sigue siendo como tú. Sus canciones en vídeos, anidadas entre corteses saludos, agradecimientos y anuncios de nuevas presentaciones, cumplen de sobremanera el propósito comunicacional y para ello no bastó un cortaviento Tommy Hilfiger y un filtro vintage que los embellezca. “Aquí el mensaje soy yo”, es lo que a mí al menos me sugiere este joven escritor, que ante todo se muestra como una consecuencia de la misma realidad que nos advierte, porque sigue siendo un pasajero más de la misma locomoción, un comprador más del mismo mall, un bebedor más de la misma cerveza o un consumidor más para las mismas empresas de telecomunicaciones. Shesho “se caga en la patria, pero le encanta echar comi”. Su incisión social viene desde el interior, quiere llegar al lugar desde donde nace, pues cambiando nosotros mismos, lo que venga es una obvia consecuencia. Precisamente ahí reside el leitmotiv de su próximo trabajo musical, Carta A La Familia, el cual todavía prepara junto a Gals GuerRap y que espera poder publicar en noviembre próximo:
“Éste es un trabajo de carácter expositivo, donde intentamos explicar a nuestros seres queridos, en especial a los más ancianos, el porqué de nuestras ideas, acciones y convicciones”.
Mi país- Shesho Esta canción relata un poco la violencia, la desigualdad y la opresión de la realidad chilena y latinoamericana.
Con mucho cariño para todo los pueblos hermanos de este hermoso continente!!
Rap Contestatario desde $hile 🙂
Pronto en mp3 para libre descarga… Siéntase en el derecho de compartir el video si lo desea, en esta página hay mas material!
Posted by Shesho on martes, 8 de marzo de 2016
El rap de Sergio Araya se suma al necesario carácter denunciante que debe tener el Hip Hop dentro de la sociedad, pero lo mueven las ideas más que los discursos, siendo una promesa que se muestra interesante por descubrirse recién con sus primeros tres años de ejercicio. Ayer se influenció por los rapeos contestatarios de algunos como Subverso, Mente Sabia Crú y Salvaje Decibel. En la actualidad puede compartir colaboraciones con nombres como los de Portavoz, y no ver muy lejana su realidad de la que viven o vivieron algunos de sus referentes actuales, como Los Aldeanos y Rxnde Akozta. Al Shesho le compro, porque no me la vende. Tal como el nombre del colectivo desde donde impulsó varias propuestas de organización popular, el Hip Hop es la herramienta, y te lo dice cada mañana, de frente, sea en la micro o en el metro, mas no en el concierto de turno ni a cambio de nuevos suscriptores para sus redes. El Hip Hop no ha muerto, se reinventa, existe mientras existan esas ganas honestas de hacer más humano el vecindario. Y éstas son las nuevas caras con las que ya debemos estar familiarizados o haber reparado en su acción. Hace unos días presentó su primer vídeo clip facturado bajo esa idea de formato. Fue el sencillo “Para algunos”, que sumó más de cinco mil reproducciones en su primer fin de semana. Para fines de este mes anunció la salida del segundo vídeo, argumentado en “Mi paí$” y realizado por Sabotaje Audiovisual. Mientras tanto, en Madriguera Producciones se cocina su primer LP, Carta A La Familia, pronosticado para el cierre de año. Todo eso en medio de un presente lo mantiene ocupado y viviendo de retratarnos a nosotros mismos y la sociedad que hemos ido forjando. Más que merecido entonces ese aporte voluntario para un ser como todos nosotros que le da sentido a eso de ser emergente.