A pesar de que el 2014 fue un año fecundo en términos de lanzamientos musicales –entiéndase como trabajos encasillados en la oferta del rap nacional—, debo reconocer que al finalizar el período me quedé con esa sensación de gusto a poco. No se trata de hacer uno de esos rankings populistas con “lo mejor del año” que hacen los “especialistas” (más aún en los días en que despedimos el 2015), pero uno tiende inconscientemente a realizar esos resúmenes cuando te das cuenta qué es lo que sigues escuchando y qué es lo que no superó la barrera de las dos semanas en tu reproductor. Pues bien, cuando me preguntan por el 2014, uno de los pocos discos que se me viene a la cabeza es Rap Guachaca & Cumbia Reflexiva de los Sondelvalle. Entiendo que hablar de un buen disco no es identificar o recordar dos de sus mejores canciones, sino que reconocer el ejercicio de escucharlo de principio a fin. Es por lo último que RG&CR fue ese disco que no dejé de recomendar entre mis cercanos o mencionarlo apenas tuviera la oportunidad en alguna de mis redes. Recomendar un buen disco es como regalar un libro. Cuando tú regalas un libro no sales de la librería con la primera sopa de letras que encuentras. La mayoría de las veces este acto tiene un mensaje por descifrar, una intención de conectar a la persona con el contenido, por lo tanto, conlleva una dedicación por parte de quien lo regala. Mi intención hoy es transmitirles aquel ritual a través de la siguiente entrevista. Provecho.
Entrevista realizada por Darío Gutiérrez O. (a.k.a Güissario Patiño) en abril del 2015.
Fotografías cortesía de Sondelvalle.
Fotografías cortesía de Sondelvalle.
Conocí la música de Sondelvalle gracias a un comentario en Instagram de su vocalista, Sebastián Rojas, alias Don Cupón. Era una rima que reafirmaba una opinión crítica frente a no recuerdo qué, pero que en dos líneas simples demostraba la capacidad de captar el interés de quien la lea. La confirmación a esa lucidez fueron algunos de sus vídeos que encontré en su canal de YouTube. Luego de eso el disco se ha hecho un compañero infalible. Sondelvalle es un grupo que se compone por el talento y energía de músicos virtuosos, como Javiera Iglesias (Javivi) en la percusión; Diego Fuentes (Choro Diego) en el ukelele, melódica, trompeta y charango; Diego Niño (Sat Akaal) en la guitarra; su hermano Rodrigo Niño en el bajo; Cristóbal Valenzuela en el saxofón y la flauta traversa; y el ya nombrado Don Cupón en las voces, güiro y huevos de percusión. La idea de hacer una entrevista a Sondelvalle estaba fija, pero conociendo mi estilo de conversación extendida, no me convencía de que esto traería buenos resultados. En el transcurso del 2015 conocí al Seba (Don Cupón), con quien enseguida hice buena amistad. Gracias a sus invitaciones pude ver desde más cerca el actuar de la banda, conocer su preparación antes del directo, saber de sus nuevas ideas y proyectos, en algunos casos compartir con ellos y comprobar la naturalidad de su buena vibra.
Por supuesto que había que sellar alguna especie de nota o reportaje para este blog, así que una tarde de hace varios meses atrás nos reunimos para hacer una entrevista. Creí que Don Cupón sería el indicado en responder mis preguntas, pues él es quien aporta esa cosa rapera a la banda, aquel rap que yo tanto echo de menos en el rap propiamente tal. Él se sintió bien siendo el representante de sus amigos, pues asegura que cualquiera de sus compañeros podría decir sobre la banda lo mismo que él nos comparte. Echamos a volar la mente, nos instalamos en la cuneta más acogedora de la calle, saqué libreta, lápiz y grabadora… claramente la conversación iba a dar para mucho más.
“VOY SIN PRISA Y SIN PAUSA, SOY UNA CONSECUENCIA BUSCANDO SU CAUSA”
Hay un cliché que dice cómo fueron tus inicios el Hip Hop. No quiero caer en eso, pero hemos conversado otras veces y algo sé sobre esos primeros acercamientos, como también sé de la forma en que la vida misma se encargó de conducirte a definir tus propias formas. La historia tiene su particularidad, sin embargo, para quien lea esta entrevista y que probablemente nunca haya escuchado a Sondelvalle, es muy posible que mucho menos sepa quién es Sebastián Rojas o Don Cupón. Saquémosla al baile entonces.
El despertar del Hip Hop en mí fue en sexto o séptimo básico, gracias a una prima, La Mané, que vivía en Las Torres de Peñalolén. Debió ser a fines de los noventa. Me gustaba lo que pasaba con el Hip Hop, sobre todo el centroamericano, entonces empecé a comprarme cassettes allá. Paralelamente tenía otros gustos musicales, porque me acuerdo que me gustaba mucho el álbum Chaco de Illya Kuryaki and The Valderramas o el Dónde Jugarán Las Niñas de Molotov, pero al mismo tiempo estaba descubriendo a Wu-Tang Clan, Afu-RA o escuchaba el recopilatorio tributo a Bob Marley, Chant Down Babylon. Empezaba a escuchar mucho rap, pero no me encontraba con la vida del rapero, porque viví toda la vida en Las Condes. Allá no había mucha información antes del internet. Si yo sabía que había alguna tocata, iba y vacilaba, pero el tema era cómo informarse de que había una tocata. En Las Condes hay sectores y sectores. Hay lugares donde sólo hay casas gigantes, pero no hay barrio, en cambio en sectores como Paul Harris –donde vivo— o Colon, socialmente hablando, sí hay barrio, con quioscos, policlínicos, liceos, plazas y centros comunitarios. En el fondo te buscabas esa vida Hip Hop todo el rato, por ejemplo, algunos amigos con los que andábamos en skate también les gustaba un poco el rap, entonces trataba de conversar sobre grupos además de trucos.
Yo no aprendí a freestalear con pistas, aprendí a freestalear con guitarra, porque mis amigos no eran raperos. En el año 2004 grabamos con la DNE (De Nuestro Esfuerzo) unos temas que hacíamos con unos beats en un computador, pero siempre con la guitarra Rodrigo Niño encima. Me acuerdo que la KSN Fam hacía algo parecido en esa época y con ellos nos encontramos en tocatas. Después tuve la oportunidad de entrar a la universidad, con el crédito aval del estado que nos tiene a todos hasta sobre el cogote, debiendo el doble de lo que cuesta la carrera. Todavía tengo que lidiar con pagar eso. Dejé de hacer música por unos siete años. Siempre escribí, pero en ese período no escribía con un fin musical.
Se podría decir que te autoformaste dentro del rap. La escuela no era ese compartir historias con los pares de pantalón ancho, porque estabas con tus amigos haciendo la música que tenías al alcance de hacer. Creo que ahí está una de las principales virtudes que tienes en Sondelvalle: hacer ese rap que suena propio, definir un sonido que no se encuentra en otra parte. ¿Sondelvalle es un antes y un después en tu forma de hacer rap?
El rap que yo hacía antes era un rap rapero (risas). Tenía mucho conflicto con mi flow. Sentía que mis letras estaban bien, pero mi flow no alcanzaba el nivel. Pendejo de la escuela de Dragon Ball Z (risas). Esos siete años en los que dejé de hacer rap, nunca dejé de escucharlo, pero también conocí gente que escuchaba o hacía otros estilos musicales, como los Vuélveteloca, Los Cachodecabra o Sobre Dos Sillas. Ahí solté el miedo que tenía con el flow y eso hizo que escribiera más tranquilo, sin querer pertenecer al “hardcore”, por ejemplo. Filo, ya no fui el rapero-rapero.
¿Cómo habría sido tu idea de hacer rap siguiendo los pasos o procesos convencionales: siendo el rapero-rapero?
Siempre con banda, pero quizás con un teclado, una batería, un saxo. Me encantaría algo mucho más cargado al jazz, pero no me tocó. Me tocó algo más ligado al folclore. En la banda todos tenemos esa influencia. Mis viejos son buenos para Los Jaivas, los Inti (Inti Illimani) o los Quila (Quilapayún). Con eso crecí. Otros crecieron con el Dark Side Of The Moon de Pink Floyd.
La primera vez que escuché a Sondelvalle me atrapó esa mixtura de influencias. Recoge lo mejor que se puede encontrar en distintas fuentes y lo procesa para conseguir un resultado único. Puedo reconocer influencias y también homenajes a músicos como Quilapayun, Illapu o Joe Vasconcellos, sólo por nombrar algunos, mientras que en el rap uno puede hacerse la idea de cuál es la línea de gustos que tienes y cómo éstos inspiran una dirección en los contenidos que quieren dejar huella también. Es una banda, claro, pero detrás de ésta hay una propuesta que la mueve. Remontándonos al origen de Sondelvalle, cuándo y en qué momento personal te encuentra la idea de plantearse hacer la música en un plan serio, apostando todas tus fichas, al igual que tus amigos con los que comparten una misma motivación.
Creo que para lograr esa mescolanza le agradecemos principalmente a la amistad. Somos todos muy amigos. La banda tuvo dos tiempos. Cuando se formó éramos tres y luego fuimos seis, pero siempre fuimos los cabros y nos juntábamos a improvisar. De repente nuestro grupo de improvisación se desarmó. Unos viajaron, otros se pusieron a trabajar, todos tomamos rumbos distintos. Quedamos Diego Niño y yo. Nos juntamos a improvisar igual. De repente caí con una letra y armamos la primera canción. Se sumó el Choro Diego (Diego Fuentes) –que era compañero del Diego Niño en el colegio— y armamos un par de canciones más. Empezamos a tener algunas tocatas, pero lo primordial fue salir a tocar en las micros. Ahí agarramos la fuerza, porque te llena de confianza cuando te das cuenta que a la gente le gusta lo que haces. La calle fue un escenario pulento, hermano. La media escuela.
¿Cuánto tiempo se mantuvieron callejeando?
Estuvimos un poco más de un año haciendo micro y mientras tanto juntamos plata para armarnos un estudio. En diciembre del año 2013 se toma la decisión de dedicarnos a la música y preparar un disco, pero trabajando en serio. Después nos fuimos a la playa dos meses. Nos fuimos un 15 de enero del 2014. Cinco días antes se había sumado la Javi (Javiera Iglesias) para cerrar el círculo con una percusionista. Los cabros tienen una casa en El Quisco y ahí nos fuimos a vivir. El estudio se prendía todos los días a la diez de la mañana y subía el que le tocaba subir. Llegamos allá con cuatro canciones armadas y queríamos hacer un disco de once temas, así que mientras algunos estaban grabando arriba en el estudio, los demás estábamos abajo componiendo. En el fondo, el estudio era la pieza de Rodrigo (risas). Era una típica casa de madera en la playa. Nosotros componíamos y ensayábamos abajo, en la entrada de autos. Trabajábamos todo el día y cerca de las seis de la tarde partíamos a la feria. Había que hacer las monedas para pagarnos la comida, el gas y todo lo que necesitábamos. Yo había renunciado a mi trabajo en diciembre y en enero apostamos en hacer esto. Ese verano lo terminamos tocando en el escenario de la plaza de El Quisco. Fue muy significativo para nosotros cerrar el proceso de esa forma. En abril tocamos por primera vez en Club Subterráneo. En ese tiempo no me lo podía creer, porque ahí mismo yo había visto tocar a muchos raperos. Después nos dedicamos a tocar durante todo el año. Es lo único que queríamos.
Se da a entender que el trabajo fue rápido. No hubo mucha prehistoria a Rap Guachaca, Cumbia Reflexiva para Sondelvalle.
El grupo ya estaba armado. Siempre fuimos los cabros, la diferencia fue que cayó una letra y después empezamos entre todos a hacer canciones. Varios tenían grupos por otros lados, como Dskarte, Hell Garage, Piknic y Sobre Dos Sillas, pero entre nosotros no pasaba eso. Nos juntábamos a improvisar más que nada.
Destaca que Sondelvalle precisamente esa característica de no tener líderes o primeras figuras. En su sonido, sean cuerdas, percusión, vientos o voces, todos brillan y todos cumplen un rol fundamental en el registro del grupo. A pesar de estar al frente en los rapeos, Sondelvalle no es la banda del rapero Don Cupón, si no que son un todo. Ya son varios los experimentos de “Tal MC + banda”, algo que en lo personal no comparto mucho, porque el rol de la banda tiende a relegarse a un segundo plano, brillando por lo general el ego del rapero. Aquí no es así. ¿Qué pasa con ese ego intrínseco del rapero?
Ése fue un trabajo importante que se hizo en la banda: “seamos banda”. Desde el ego rapero, para mí fue un tema. Son mis letras, claro, pero hasta que entiendes que una canción no son las puras letras. La letra es parte de algo, entre todos se forma un todo. En el beat el rapero es un letrista. A mí me encanta el rapero letrista, pero también me gusta pensar que hay raperos músicos… y los hay. Me gusta esa línea, me gusta que alguien pueda estar rapeando en la locura y también pueda cantar en la tranquilidad. Me gusta que sepa armonizar eso.
En un momento el ego del rapero me preguntaba por qué el Diego (Niño) está cantando letras que yo escribo. Un día, ya contaminado del ego, se lo conversé. Bueno, él, desde su gran capacidad de comprensión, me preguntó qué podíamos hacer frente a eso, pero después de que se lo dije, me molestó menos, como que todo se fue. Entendí eso y me liberé de mis letras. Ahora hay canciones que cuando las escribo y vamos viendo cómo las amoldamos, a veces ni siquiera es necesario que yo las cante. Son canciones para la banda, no para mi ego. Estamos todos juntos remando para el mismo lado.
El directo funciona bien, incluso mejor que el disco de estudio. Se percibe esa fiesta de felicitación y respeto mutuo entre los músicos cuando están arriba del escenario. ¿Cuál es la historia o qué me puedes decir sobre lo que hay detrás del proceso de afianzarse como grupo humano?
Si se sale uno, no es lo mismo. Ahí estamos todos siendo nosotros mismos y eso ha sido un trabajo importante entre los del equipo. Por el grupo pasó Juanito Gili, que es un amigo con el que ocurría exactamente igual, pero él estaba trabajando full en su oficina cuando tomamos la decisión de dedicarnos a trabajar en el grupo, entonces prefirió poner el pie a un lado. Ahí entró la Javivi (Javiera Iglesias). Ella entró a transformar la hueá (risas). De partida, éramos puros hombres y llega una mujer. Tienes que tener respeto y cuidar lo que andes hablando, lo cual empiezas a agradecer, porque aprendes del respeto. Con decirte que para el tema “Quinto mandamiento” tenía otra letra en que mandaba a la mierda a mi ex, pero teniendo una mujer también en la banda, pensé que realmente no me quería despedir así, no la quería mandar a la mierda porque fue importante y merece respeto. Los cabros también me lo hicieron ver, porque tampoco se sentían cómodos mandando a la mierda a alguien que igual fue bacán para ellos también. Le cambié la letra y fue bacán. Me di una segunda oportunidad de hacer una carta de despedida y de sanar la hueá. Reconocer una culpa compartida. En el disco hay ese tipo de crecimientos personales que son pa’l pico. En “Alma errante” estábamos todos sintiendo que estar tocando esto nos estaba haciendo crecer de verdad nuestra conciencia. Cuando andas promoviendo la conciencia, toda la conciencia te comienza a envolver. Como en todo, porque si andas en la mala onda, todo te sale mala onda, pero si andas en la buena onda, todo va a ir bien. Ésas son las estructuras que la banda defiende, nuestros estandartes. Bacán que nos veas como grupo humano, porque es así.
En octubre del 2014 lanzan públicamente su primogénito Rap Guachaca Y Cumbia Reflexiva. Como ya se confesó, componerlo y grabarlo fue una decisión todo o nada, entonces, el único truco era hacer las cosas bien. ¿Hay algún momento en que se define cómo quisieran sonar para llegar a esos resultados?
El proceso de mezcla del disco se demoró mucho, porque queríamos que lo mezclara un amigo nuestro que se fue a trabajar fuera de Chile (Vicente Ríos Silvestre), entonces lo hicimos vía e-mail o we-transfer. Después se lo devolvíamos con nuestras opiniones. Mientras pasaba todo eso, nosotros estábamos tocando caleta, entonces el disco como que congeló una parte de la historia… y fue buenísimo. Por ejemplo, el vídeo de “Quinto mandamiento” lo hicimos después de haber grabado la canción. Cuando lo filmamos, teníamos la canción mucho más fluida, grabándolo en vivo en la misma casa de los cabros. Que en el fondo es cómo funcionamos, si esto es hecho en casa.
PARTÍCULAS DE UNO MISMO
Pese a lo artesanal de todo, hay un cuidado y profesionalismo en los formatos que hace más atractiva la carta de presentación. Página web, harto audiovisual, escenografía…
El Choro Diego (Diego Fuentes) es un cabro que vino del sur a Santiago a estudiar Audiovisual. También tenemos un amigo que es seco. Rodrigo Tobar tiene la cabeza llena de referentes, está loco. Entre los dos hacen un buen equipo de trabajo, se les ocurren buenas cosas. Trabajamos entre amigos. Él es parte de la familia. Si el día de mañana alguien nos quisiera hacer un vídeo, tendría que hablar con él, porque él es quien tiene en sus manos la imagen de la banda. Es tan parte del grupo como lo es el sonidista y lo son los roadies. Conocer ese tipo de hueás en algo muy loco (risas). Cuando te encuentras por primeras vez con ítems como “Gastos operacionales” – ¿Qué es eso? Ah, verdad, gastos operacionales—. Si estás tocando y quedas en silencio, alguien tiene que arreglar el problema. Queremos hacer un buen show. Si la gente va a pagar tres lucas por ir a vernos, queremos que digan que valió la pena pagar las tres lucas, o que incluso pagarían cinco. Todo depende de uno. Si tú eres capaz de proponer un buen show, puedes pensar en trabajar en esto, pero hay que hacerse a cargo. Hay que acarrear muchas cosas, y para eso tienes que partir pensando dónde vas a guardar todas esas cosas. De lo que ganemos, siempre un porcentaje va a ser para la banda, como lo hacen todos. También nos vamos equipando, porque, por ejemplo, si te invitan a un lugar que no tiene retornos, podemos llevar los nuestros y asegurarnos que nos salga como queremos. Afortunadamente hoy somos prósperos en ese sentido, la vida nos ha sonreído. Partimos tocando a lo perro, rajándonos la garganta gritando en la calle, pero hoy en día se nos devuelve esa dedicación con invitaciones a trabajar en proyectos que a nosotros igual nos sorprenden. Hay que mantenerse humilde en este tema, no ponerle el ego, porque siempre es lo que termina quemando todo.
Dar a conocer un primer trabajo, sin un historial que lo respalde desde atrás, en un mundo completamente nuevo para todos y con una propuesta vanguardista por la que se apostó asumiendo todo riesgo; no deja de ser un desafío. No hay una agencia de promoción por detrás, sello, tampoco un nicho establecido donde habite este tipo de revoluciones musicales, o al menos no lo hay para quien no tenga santos en la corte. ¿Cómo enfrentaron ustedes este reto de ser los propios presentadores de un proyecto que pretende dejar una huella? Y, particularmente, ¿cómo lo fue para ti pensando en la respuesta que podría darte la escena rapera, siendo tan celosa y purista de sus formatos?
Esa inquietud, ah. Pica. A mí me importa mucho la opinión del rap, porque en el fondo es la hueá con la que me crié. Tú quieres saber qué opina tu mamá de las hueás que estás haciendo (risas).
Cuando nos llegó el disco, recién asumimos que lo habíamos hecho. Empezamos a pensar en él, en las copias, en cómo gestionar una edición de copias. Mientras tanto, pensábamos que cuando tuviéramos las copias íbamos a hacer el lanzamiento. De repente se nos fue el año. Fuimos a hablar con el tipo de Subterráneo diciéndole que queríamos lanzar nuestro disco ahí. Al final nos apañó y nos pasó una fecha para un día viernes. Nos pusimos averiguar qué es lo que hay que hacer para armar un lanzamiento: invitar a prensa, tener un cóctel… muchas cosas que no considerábamos. Pensamos en contactar con alguna productora y dejar que ellos se encarguen de la producción del evento, pero al final decidimos que lo íbamos a poder hacer nosotros. Fueron un par de semanas en que estábamos trabajando a full. Yo haciendo afiches y diseñando invitaciones para la prensa. Traté de ocupar el mismo lenguaje que ocupé para la caratula, que la hice con ayuda de los cabros. La Javi se hizo cargo de toda la gestión de cocina y coctelería, también de las semillas del disco físico. Había cabros encargados de la difusión, yo de la gráfica y del escenario, Rodrigo de la iluminación y el sonido en vivo, Choro Diego del audiovisual. Todos teníamos una misión. ¡Yo tuve que hacer el cartel luminoso, hermano! Todos pedimos préstamos y ocupamos plata que teníamos guardada de las tocatas. Vimos el presupuesto que podíamos destinar para cada cosa, apostando a que ese día la íbamos a recuperar, o si no estábamos hasta el pico… si teníamos que pagarla (risas). Con lo destinado a escenografía pude hacer el cartel retroiluminado con mi pana Tomás Castillo y con lo que sobró compré unas telas negras que colgamos con unos alambres con otro grande, el Lucas Schmidt. Todo bien hechizo, pero quedó la zorra. El juego de luces de ese día se veía increíble, el juego de cámaras funcionó súper bien. Salimos cero, hermano. Ganamos como tres lucas, pero lo hicimos. Ese día se nos afirmó la moral, estábamos contentos de haber podido hacerlo solos. Sentíamos que se nos devolvieron todas las horas que le dedicamos a esto. Las horas que estuve dibujando en la croquera, las horas que Rodrigo pasó grabando el disco, las horas que la Javiera y el Cristóbal le dedicaron a transcribir todo. Hay muchas horas de pega que no te las da la plata, te las dan las ganas de hacer algo. Eso es lo que nos mueve a nosotros. Si bien queremos vivir de esto y eso significa que tenemos que hacernos amigos de la plata, es porque necesito pagar un lugar donde vivir y también necesito comprar comida. No me voy a sentir mal por eso, que pasa mucho en el rap, o al menos pasaba más antes, porque ahora se cacha que hay cabros que pueden vivir del rap y eso se agradece, porque son más buenos que la mierda, ya que se pueden dedicar a esto; sin embargo, siento que todavía queda un poco de ese aire dentro del rap que lo asocian como “el sucio dinero”. No es sucio dinero, es parte de cómo son las cosas, porque si lo vas viendo así al final sólo lo vas a pasar mal. Mejor encuentra una manera de ser feliz ganándotelo.
El verano partimos de gira al sur. En adelante sólo hemos querido tocar. Hoy tocamos en un colegio por el día del alumno. Cacha la hueá (risas). Los cabros más desordenados que la mierda, lo pasamos la zorra y eran recién las diez de la mañana.
Escucho rap y los fraseos de esa cumbia reflexiva me parecieron venir de un disco con harto buen rap. Me gusta esa forma incisiva de trabajar la conciencia que logran, fuera del cliché de lo gris o del enfado. Es un disco que pongo en las mañanas cuando me voy a mi trabajo en cleta, que te invita a darle cara a un nuevo día, pero con otra cara, despierto y participativo de tu entorno. Nace desde lo simple e influye en tu recepción de las cosas. Insisto en que está dentro de los discos más recomendables del período, porque es música que se reencuentra con su rol de representatividad en la sociedad. Considero que en el rap propiamente tal todavía no ha sido muy amplia la llegada, porque tampoco ha tenido muchas entradas hacia él. Creo también que no ha sido necesario buscar esas entradas todavía, porque el nicho ya se lo han hecho por las suyas, lo que no quita que deje de ser una oferta fresca para el submundo del Hip Hop chileno.
¿Cuál dirías que sería el aporte de Sondelvalle para el rap chileno que suena en el 2015?
Creo que estamos ayudando a resolver, al igual que mucha gente. Me pillai un poco con la pregunta, porque tengo que hablar como en nombre de todos. Si bien mucho rap construye, lo que se agradece, también hay mucho rap que destruye. Creo que eso no es lo que necesitamos. Nosotros así entramos a la música en general, no sólo al rap necesariamente. Nos queremos hacer cargo de que nos escuche harta gente. No quiero que me escuche harta gente y decirles que es la zorra andar todo el día caído al litro. Hermano, yo no encuentro que esa hueá sea la zorra. Yo encuentro que ese hueón podría asumir sus problemas, responder y resolverlos para ser un hueón pleno. Porque todos hemos andado caídos al litro y a nadie nos gusta. La conciencia de la que hablas, es algo que muchas veces el rap olvida, porque si bien hace un rap consciente, también hace un rap hiriente. Los hueones hablan de conciencia desde destruir lo que existe. Yo no quiero destruir lo que existe, ni con mi rap ni con la músicada que levantamos con todos los cabros. Quiero construir algo nuevo. Las otras hueás van a seguir pasando, entonces desde nuestro lado como que nos burlamos: “Pagai en cuotas la cara de contento”. Ésa es la semilla con la que andamos jugando y conceptualizándonos, la de sembrar conciencia.
SÁLETE PA’ LA CALLE A VACILAR CON SONDELVALLE
Sondelvalle entra de cara a la oferta musical de la escena chilena, donde no busca espacios en representación del rap más underground, sino que sugiere su propia categoría musical. Así al menos lo veo yo. Los nuevos músicos de géneros como el rock, el folk, la cumbia o el pop chileno, experimentan una buena época para el mercado indie, pero digamos que no es mucha la variedad de nombres entre uno y otro cartel de los principales festivales. Se habla de más espacios, pero las plazas siguen siendo escasas. Si no buscas integrarte al mainstream criollo, puedes optar por formar una banda tributo y asegurarte de tener siempre trabajo en lo musical. ¿Qué pasa con el músico independiente? ¿Cómo han sido los intentos de inserción para Sondelvalle?
Creo que el rap que se está escribiendo lo hace un rapero que nunca se sintió tan rapero, por eso quizás no podría entrar por ese lado. Para mí la música es un todo, desde ser un letrista hasta la forma en que entiendes cómo funciona. Yo no sé tocar ningún instrumento, no sé cómo leer una partitura, pero de repente escuchas canciones que te generan una reacción. Por ejemplo, una vez escuché una canción de Evelyn Cornejo y quedé loco. Es una flaca con su guitarra que escribe súper cuático. Prácticamente conversa con la Violeta Parra. Hay mucha música buena que se mantiene underground. Eso es lo que pasa en Chile, pero por una cochinada que nosotros igual nos enteramos hace poco. Nos preguntábamos por qué no ponen nuestras canciones en la radio. Como somos independientes, empezamos a preguntar cómo había que hacerlo. Llevamos nuestro disco y supimos que había que pagar. La gente que suena en la radio tuvo que pagar para hacerlo (risas). Esa hueá está mal hecha. Si pagas, tienes la retribución de que estás sonando en la radio, te van a conocer caleta y se te va a devolver la plata. Es una inversión, y está bien mirarlo así, pero está mal que funcione así. Para más remate, le han vendido a todo el mundo el cuento de que con el 20% de música chilena en las radios van a levantar a los músicos emergentes. Hermano, eso sólo va a dar más espacio a que unos sigan negociando con la música.
Yo creo que si ahora canciones como “El juego verdadero” de Tiro De Gracia suena una vez al día en la radio, después también sonarán “El chupacabras” y “Viaje sin rumbo” para aumentar la dosis, pero, sinceramente, no le veo mucha esperanza a una renovación de protagonistas musicales fuera de esa escena “independiente” que tiene su lugar asegurado en las programaciones radiales y en los grandes festivales.
Peor que eso: “Tienes llamadas pérdidas en tu corazón” o “No puedo dejar de meterme a tu Facebook” (tarareando). ¿Por qué hay una persona cantando esa hueá? Y la escuchan miles de personas, entonces, la cabeza de todas esas personas se ablanda. No necesitamos ese tipo de canciones. Necesitamos canciones que lleven realidad. Eso es lo que me gusta del rap, que el hueón te la tira cruda. Es lo bonito que tiene, pero es bonito cuando entiendes que hay otras bandas que hacen lo mismo que hace el rap, pero de otra manera. Cuando te pones a escuchar música entiendes porqué es tan bueno Charly (García), Fito (Páez) o Calamaro (Andrés). Porqué es tan buena la Violeta (Parra) o porqué Juana Fe es un grupo tan zarpado. Chico Trujillo ha trabajado con la raíz folclórica chilena. El Macha, el loco que canta en Chico Trujillo, es un cantor, un loco metido en la noche cuequera chilena. Te das cuenta que existen otros mundos y son todos igual de pulentos. De todos quieres rescatar algo entretenido. Tenemos canciones que han comenzado siendo un vals o una cueca, y terminaron siendo rap guachaca y cumbia reflexiva (risas). Al chileno le falta escuchar música chilena, eso es todo.
Hay muchos músicos, pero en lo personal siento que la creación musical ya no revoluciona, por ende es poca la representatividad desde la realidad popular del Chile actual. No hay un nuevo Víctor Jara, pero hay un Manuel García. No hay un nuevo Jorge González, pero están Los Bunkers. Por otro lado, pienso que las voces de la revolución son un cliché de un país gris que se ha detenido en el tiempo por lo menos en unos treinta años, donde paradójicamente se hace más cool pagar entradas altísimas por sentirse rebeldes en festivales como Lollapallooza, en vez de reconocer la trayectoria y consecuencia de artistas que se mantienen más vigentes que cualquier otro, como lo es el caso de Mauricio Redolés, por ejemplo, cuya influencia debería estar presentísima, sobre todo, en el rap.
Lo que pasa es que la sobre información igual es cuática. Hoy en día hay demasiada información, demasiadas bandas, entonces, no te puedo decir que no hay un Víctor Jara, porque en volá está ahora rodando en las calles, tocando como loco, pero no me lo he pillado al menos por donde se mueve mi cabeza. Quizás en diez años más la haga. Tenemos una canción que es como una salsa. Dice: “Si antes fue la esclavitud y hoy es la explotación, cantando hacemos la revolución. Sin jurisdicción, sin gobernantes: amor pal mundo por los parlantes”. Es una fiesta entretenida. En realidad, tú eliges si optas por lo que de verdad quieres hacer. Las que antes eran cadenas con las tenían a los negros amarrados en los prados para que siembren, hoy en día son tarjetas, porque igual te esclavizan. En la tele muestran a “la pobre señora que no tiene nada”. Oye, pero tranquilo, porque en volá la señora es feliz también. O el arquitecto que llega y dice que será horrible lo que pasará en tal sector donde levantarán una autopista que estará cerca de las casas de “esa pobre gente”. Obvio que es una paja, pero por qué tratarlos de pobre gente, si son personas que tienen su barrio y lo disfrutan, que tienen necesidades como todos tenemos necesidades. Si al final el 3% de la población es la rica, el resto somos la realidad, entonces, ¿por qué nos contaminamos pensando que ésa es la realidad? La realidad es otra. La realidad es aquí compartiendo un jugo en la cuneta. Ésa es la realidad que yo defiendo. No defiendo que me hayas pasado a buscar en un Cadillac y nos hayamos ido a fumar porros a un mirador, que igual piola si lo quieres hacer (risas), pero sé que eso no es real. Esto es lo real y aquí nace el Hip Hop. Eso es lo que le falta un poco a toda la música. Creo que nosotros lo tenemos, porque Sondelvalle se permite ser rapero, aún cuando todos los locos que están ahí no lo son necesariamente, pero entienden que el rap tiene esa cosa que es tan real.
Ir a tocar a un colegio hoy día fue una sensación rara. Fue cachar que de verdad estás haciendo algo que es transversal. Los pendejos se cantaban todas las canciones. Pensé que si yo hubiera sentido esto de esta manera a su edad, ahora estaría mucho más adelante, pero me tocó sentirlo a esta edad y hacer canciones sobre eso que a todos les pueden llegar. Es bonito. Estoy agradecido de la vida y por haber optado por esto. Tener la posibilidad de volver a vivir en la casa de mis viejos es algo que a esta edad no es fácil de masticar, pero hay que saber tomar las oportunidades. Entendí que está bien, es algo que necesito para dedicarnos a sacar nuestro proyecto adelante, que la SDV crezca, grabar colaboraciones con quienes queramos y que también estén dispuestos a hacer música. El rapero no está tan dispuesto a indagar en la música, entonces se da más la mano con otros cabros. Tú eliges para qué lado caminar. Así tiene que ser.
Publicar un primer disco es prácticamente salir al mundo a poto pelao. De la forma en que salió, es como te van a conocer. Se sella esta primera etapa en la historia de Sondelvalle con Rap Guachaca & Cumbia Reflexiva, donde según varias de tus reflexiones en esta conversación se trató de una cosecha exitosa, así sea en lo artístico como en lo personal. ¿Qué viene ahora? ¿Cuáles son los desafíos que se plantean como grupo de cara a un próximo trabajo?
Estamos convencidos de que vamos a hacer lo que queramos. Ya estamos preparando un segundo disco. Todos nos conocemos muy bien en lo que estamos haciendo y todos tenemos una pretensión, entonces, seguimos en esta escuela de buscar en todos lados y sentimos que todavía hay muchos lugares en los que buscar y sin ningún prejuicio. Sin muchas expectativas, porque, al menos a mí, las expectativas me asustan. Lo mejor es seguir fluyendo en el día a día sin pensar tanto en algo que después no sabrás ni por dónde empezar. Venimos de una pausa de dos semanas que nos dimos como grupo para pensar. No hicimos reunión ni ensayamos, quisimos desconectarnos. Volvimos recargados y mucho más claros de cuál será el rumbo que quiere tomar Sondelvalle. Nuestro enfoque serán los niños y jóvenes. Ahí es donde queremos concentrar la siembra de nuestra semilla. Queremos hacer música para despertar, porque, ¿para qué tan contaminado? Cuando haces música así, las tocatas también se ponen oscuras. Encuentro denso ese ambiente tan “anti sistémico”.
Sabemos que hay que trabajar para que todo te resulte. Eso lo aprendimos con cabros que son de otros grupos. Nosotros hacemos reunión todos los lunes después de ensayar. Ahí conversamos los planes para la semana. No sé, si se abre alguna postulación o podemos armar un proyecto, quizás una opción abierta para viajar fuera del país. Nuestra escuela está en la calle. Teniendo una sola invitación para afuera podemos tocar muchas más veces donde queramos. El escenario está ahí.
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